Juanchaco en apuros

Cientos de turistas visitan el Parque Nacional Natural Uramba Bahía Málaga en el pacífico colombiano entre los meses de julio a octubre para realizar el avistamiento de ballenas. Las comunidades residentes tienen la oportunidad año a año de aprovechar económicamente la temporada, pero quedan con el problema del manejo de los residuos. Los turistas se van, la basura se queda.

Buscando ideas. Colombia 2023

 

Desde las cuatro de la mañana la estación de servicio Texaco sobre la vía al mar en la ruta Cali-Buenaventura, se convierte en el punto de encuentro de personas que son recogidas por los diversos operadores turísticos que prestan sus servicios en Bahía Málaga. Julio Pérez es uno de ellos, con más de treinta años de experiencia con su empresa Bicivan, que inició recorriendo Colombia y Ecuador en una van atestada de bicicletas y turistas. Julio respeta a los operadores que hacen programas de turismo masivo, pero prefiere el manejo personalizado de pequeños grupos.

Partimos a las cinco de la mañana en dos camionetas hacia Buenaventura con alto flujo vehicular en la vía debido al primer puente festivo del mes de agosto. Arribamos al principal puerto marítimo de Colombia a las siete y media de la mañana. Rápidamente Julio nos hizo tomar nuestro equipaje y dirigirnos en una corta caminata hacia el embarcadero turístico en busca de la oficina de transporte Destino Pacífico en la cual nos movilizaríamos hasta Juanchaco.

 

El manda…mar

Las actividades en Bahía Málaga se deben programar de acuerdo a las mareas. Lo que se hace en la mañana no se puede hacer en la tarde y viceversa. Para esta temporada del año la diferencia de altura entre pleamar (cuando el agua alcanza su nivel más alto) y bajamar, está en 3,5 metros. Después de una hora de recorrido en la lancha rápida, llegamos al embarcadero de Juanchaco. Julio coordinó el transporte de las maletas en un motocarro y atravesamos caminando el poblado hasta el sitio designado para el alojamiento. Cesar Martínez, el dueño de Yubartas hotel dio la bienvenida al grupo de siete compañeros y Julio me invitó a hospedarme en su casa.

A las diez de la mañana iniciamos el descenso del acantilado hacia la playa utilizando una escalera de aluminio anclada sobre la roca. Caminamos hacia el norte bordeando las olas mientras Julio nos enseñaba las impresionantes formaciones sobre la roca producidas por la fuerza con la cual impactan las olas sobre el terreno. Cuevas, pasadizos, cascadas y coloridas rocas contrastaban con los primeros vestigios plásticos traídos por el mar a la orilla, los cuales serían llevados inexorablemente de regreso a continuar su indescifrable “navegar” con la marea alta.

 

Cacería de ballenas

Ascendimos de nuevo el acantilado y Julio dio las instrucciones de almorzar y bajar rápidamente para realizar la salida programada en botes para el avistamiento de ballenas. La gran afluencia de turistas dificultaba el coordinar a los lancheros para la movilización de los diferentes grupos mar adentro. 

A las dos de la tarde después de una breve charla por parte de una funcionaria de parque nacionales sobre el entorno y su conservación, partimos en busca de las ballenas. Las cálidas aguas de Bahía Málaga en esta temporada del año, hacen que sea el sitio perfecto de apareamiento de los grandes mamíferos y como los guías dicen “la gran sala cuna” del pacífico, donde decenas de nuevas crías nadan por primera vez.

La lancha pasó por el costado de los grandes islotes frente a la bahía en busca de aguas profundas. La suerte estaba con nosotros y tan solo diez minutos después de haber zarpado pudimos apreciar el lomo de pequeños ballenatos siendo empujados hacia la superficie por sus madres según lo que nos explicaba Julio.

El lanchero siguió su camino hasta encontrar un nuevo grupo de ballenas, pero también ocho lanchas con no menos de veinte personas cada una en busca del mejor lugar para ver de cerca a los gigantes animales. Las lanchas pasaban unas entre otras, interfiriendo la visión de algunos grupos con sus cámaras. La habilidad de algunos lancheros en búsqueda de una mejor ubicación para su grupo, incomodaba a otros y como lo describiría Luz Angela Naranjo, una de mis compañeras de grupo, —“Es tanta la afluencia de turistas en busca del avistamiento que me siento como en una cacería”.

 

La riqueza del pacífico

Retornamos a la playa a las tres pm, con tarde libre para los compañeros de aventura. Mientras caminábamos de regreso a casa, Julio me recalcó en apreciar la ausencia de vendedores ambulantes o gente pidiendo limosna en un poblado que aun depende de las aguas lluvias para suplir sus necesidades básicas y donde siempre se comen pescados y mariscos frescos comprados en el puerto diariamente. Las continuas fallas en el servicio de energía eléctrica hacen incierto el refrigerar.

Los pobladores, pueden subsistir con lo que ofrece la zona, pero cuando llega la temporada de turismo se incrementa la llegada de las grandes lanchas metálicas de carga llamadas “metreras” con insumos traídos desde Buenaventura. Arroz, verdura, materiales de construcción, tejas para mejorar los hostales, gasolina y la “venganza china” como le dice Julio a las motos y motocarros que hoy pululan en la zona para prestar servicio de transporte entre Ladrilleros y Juanchaco.

Después de cambiar nuestras ropas, Julio me invitó junto a su esposa Lina a caminar hacia el acantilado a ver el atardecer. El paisaje era completamente distinto, el agua había subido tanto de nivel, que no había playa, la escalera por donde habíamos bajado estaba sumergida y Julio ratificaba la importancia de hacer los itinerarios en los horarios establecidos.

El desayuno del domingo fue planeado para las seis de la mañana. Julio había programado a Luz Eneida Hurtado para recogernos en su motocarro y llevarnos a Ladrilleros a las siete de la mañana. Después del corto viaje motorizado, emprendimos una corta caminata para llegar al embarcadero de uno de los tantos esteros que hay en la zona. Abordamos la canoa al mando de Israel, quien tuvo que hacer un esfuerzo extra remando a contracorriente pues habíamos llegado con algunos minutos de retraso al lugar.

Julio nos comentó que, como ese estero por el que subíamos entre la zona de mangle, la selva, algunos ríos y el mar, se formaban cientos de vías navegables utilizadas por los nativos del lugar para viajar de acuerdo a las horas de la marea. Esa magnifica red de comunicación es aprovechada también por los narcotraficantes y aserradores para pasar inadvertidos ante las autoridades y su imposibilidad de mantener control absoluto sobre la selva.

Pasadas las nueve de la mañana y bajo la lluvia, llegamos a La Sardinera, un paradisiaco lugar con cascadas, un gran pozo de agua pura y cristalina que disfrutamos por espacio de unos cuarenta minutos, hasta la llegada de la lancha que conducía Amable, el papá de Israel con otro grupo de turistas. Mientras Israel remaba de regreso con la corriente a su favor, empezaron a pasar lanchas atestadas de turistas en sentido contrario rumbo al pozo donde habíamos estado.

Entendimos inmediatamente la insistencia de Julio con el cumplimiento de los horarios, habíamos tenido el tiempo suficiente para disfrutar de La Sardinera los ocho integrantes del grupo y no entendíamos como se las arreglarían para acomodar en el pequeño lugar las siete lanchas que habían pasado, con no menos de 150 personas.

Israel nos condujo por el estero hacia la desembocadura en el mar en el sector conocido como La Barra. Caminamos algunos minutos por la playa con rumbo sur en busca del sector comercial donde almorzamos en el parador atendido por su esposa.

Pasado el mediodía, iniciamos el regreso a Ladrilleros. Caminamos lentamente por la playa teniendo la grata sorpresa de encontrar a un gran grupo de turistas haciendo una jornada de recolección de basuras. Los plásticos y botellas eran depositados en costales de fibra y bolsas negras. Cuando les pregunté el destino que le iban a dar a los residuos recolectados, dijeron que los llevarían hasta sus sitios de hospedaje, pero no sabían cuál sería la disposición final de los mismos.

Por el bien de Juanchaco, espero que algún día se puedan coordinar programas de trasporte de residuos a gran escala, para llevarlos en las metreras que regresan vacías a Buenaventura y así ser entregados a las empresas de reciclaje.

 

Marimba al natural

La falta de energía eléctrica, puso en aprietos a los organizadores del IX Festival Folclórico Marimba y Playa en Juanchaco. La tormenta de la noche anterior había dañado unos de los trasformadores y una de las líneas de transmisión de Buenaventura.

Los grupos invitados esperaron todo el día infructuosamente por alternativas para el sonido. A las cuatro de la tarde decidieron empezar a cantar y tocar mostrando las cosas como son, sin pretensiones, sin maquillaje, tal y cual lo hacen en sus comunidades, para el deleite de ellos mismos. 

Poco a poco se fueron sumando los integrantes de todas las agrupaciones en una gran presentación sobre la tarima. Los protagonistas en el escenario fueron pasando de la luz a la penumbra en una asombrosa muestra cultural para el deleite de los asistentes.

 

Una tumba sin nombre

El descanso fue placentero en una fresca noche, sin fluido eléctrico. Posterior al temprano desayuno bajamos a la playa y muy puntuales en cita de siete de la mañana, embarcamos en una lancha que nos llevó hasta otro estero al sur de Juanchaco. Abordamos los kayaks y remamos por una apacible zona hasta llegar a la bocatoma de lo que pudo ser el acueducto de Juanchaco y no funcionó. Nos bañamos en la pequeña represa por algunos minutos y emprendimos el regreso a Juanchaco haciendo pequeños desvíos por canales alternos.

Al desembarcar de los Kayaks encontré a un hombre cavando una gran tumba sobre la arena. Era uno de los trabajadores de un restaurante de la zona y debía disponer de cuatro bolsas grandes de basura recolectada en el fin de semana por su empleador. El hombre me dijo que cada negocio debía hacer lo mismo y quemar o enterrar su basura en la playa.

La solución no es efectiva, es esconder el problema por unas cuantas horas y que los turistas no se sientan incomodos por ver costales y bolsas llenos de residuos que ellos mismos han generado. Apenas suba la marea, la fuerza del agua destapara algunas de estas tumbas con residuos que recircularan en la playa día a día sin rumbo definido. Y al día siguiente, se repetirá el ciclo, y la temporada de turistas de este año, hasta ahora comienza.

 

“Nadie quiere asumir sus obligaciones ambientales,

pero si quieren ir de vacaciones donde abunda la naturaleza”.