Jesús del Río
Había tenido la oportunidad de hacer el montaje metalmecánico para el traslado de la feria ganadera de Bucaramanga a CENFER, siendo un éxito absoluto el apreciar el ganado de exposición en un recinto ferial para su versión 46 de la feria nacional pecuaria, motivo por el cual fui abordado en plena inauguración por el médico veterinario de la Hacienda Jesús del Río en Zambrano, Bolívar. Ricardo me dijo –Porras, el patrón quiere conocerlo para que le haga un montaje mejor que el de la feria.
Sin límites. Colombia 1995
Le pregunté dudoso a Ricardo quien era el patrón y me dijo, —Don Miki Ramírez, propietario de la mayor hacienda de Colombia. Ricardo, me explicó que necesitaban una mesa de cirugía para la finca y un montaje especial de puertas. No sabía dónde quedaba Zambrano y no había escuchado nunca del señor, acordamos hablar ocho días después, luego de la clausura de la feria. Concluido el acto inaugural, muy tarde en la noche, varios ganaderos se acercaron a felicitarme y a llevarme la razón de que me estaban buscando para un trabajo. Sorprendido, ante la insistencia de diferentes de nuestros clientes, consulte a mi padre sobre el ofrecimiento hecho de ir a conocer el proyecto de la clínica de trasplante de embriones más grande en Colombia y el me auguro que una oportunidad de estas difícilmente se repetiría.
El Viaje inicial
Ricardo me recogió temprano en la casa, en su campero Vitara blanco, llevaba un morral con mi ropa y el gigantesco maletín vino tinto de cuero que siempre usaba para las presentaciones, donde transportaba delicadamente el proyector Kodak de diapositivas, bombillos extra y dos carruseles con las fotos del proyecto de CENFER y de otras experiencias como diseñador de implementos para ganadería en la fábrica de mi padre.
Debíamos tomar la carretera a la costa con destino a Plato, Magdalena. Con el transcurso de las primeras horas de viaje, hubo la empatía necesaria para preguntar sin reservas lo que debía saber. Según Ricardo, Miki Ramírez “estaba limpio”, pues el Fiscal Gustavo de Greiff lo había amnistiado gracias a ser quien entrego la información necesaria para capturar a Pablo Escobar. Andaba fuertemente custodiado, pues le tenía miedo a que Popeye (lugarteniente de Escobar) desde la cárcel, organizara un atentado en su contra por haber delatado a su difunto patrón. El aeropuerto de su finca solo lo usaba en ocasiones especiales con el permiso de la fiscalía, pues no quería que dijeran que estaba delinquiendo, así que utilizaba el de Corozal, Sucre a dos horas de camino.
Llegamos a las diez de la mañana a la orilla del río Magdalena, donde debíamos esperar turno para cruzar en el lento planchón metálico, que se quedaría sin trabajo en unos cuantos meses, al terminar de construir el puente que uniría a los dos departamentos. Quede maravillado al ver desde abajo el sistema de formaletas usado en la construcción que permitía el avance de la misma sobre el concreto fraguado en un par de días.
Al otro lado del río, Zambrano y unos cuantos kilómetros adelante la entrada a la finca, Ricardo me advirtió sobre el ser prudente en las tomas fotográficas y pedir siempre autorización, anuncio que me cohibió de inmediato. Me presento a don Manuel el administrador de la finca, un paisa de unos 60 años que me llevo a conocer las instalaciones ganaderas, para que tuviera una idea del estilo que quería el patrón. Corrales, brete, mangas de trabajo, todo en madera, grueso, burdo, resistente, una gigantesca artesanía fabricada con los mejores árboles transportados hasta la finca. Me sentí confiado con mi estilo de diseño al ver el sobredimensionamiento de los materiales utilizados, definitivamente nos íbamos a entender. Pedí a don Manuel la autorización, para fotografiar las instalaciones y el mismo me mostraba los detalles importantes, don Manuel estaba orgulloso pues había dirigido la construcción. Me llevo al interior de la casa y camino a mi habitación, me señalaba los detalles de los ensambles de madera en puertas y muebles con gruesos tornillos y flanches metálicos.
—Así quiero las cosas, que duren toda la vida. Dijo don Manuel y me seguía dirigiendo los detalles que debía fotografiar.
La casa era la original construida por don Adolfo Held cuando fundó su ganadería Jesús del rio, Ricardo me explicó lo importante que había sido esta hacienda para el país, pues fue el lugar a donde llegó el primer toro Cebú en 1913 para cruzarlo con ganado criollo, para el año 1936 la hacienda ya tenía 20.706 hectáreas. La construcción estaba bien conservada, era una casa de trabajo, sin lujos, pero con amplios espacios, al igual que sus habitaciones. Deje mis cosas en uno de los cuartos del segundo piso y don Manuel me pidió que lo acompañara a escoger el novillo para el almuerzo del día siguiente.
La presentación
Mientras, escogíamos el mejor de los novillos, don Manuel me insistía sobre la calidad de los materiales a utilizar, no quería nada que desentonara con el estilo que había impuesto en la hacienda. Le dije a don Manuel que en la noche después de la presentación se tranquilizaría. Instale el proyector en la sala, acomode los carruseles y espere pacientemente a que llegara el interesado. Ricardo me presento a Miki, un hombre de mediana estatura, gran abdomen, de vestir descomplicado y de aspecto familiar, me apretó la mano, me dio la bienvenida a su hacienda y le dijo a uno de sus guardaespaldas que trajeran a los invitados. No sabía que tendría más público para la presentación, reacomodaron rápidamente el salón y para mi asombro, se trataba de un selecto grupo de ganaderos santandereanos a los cuales conocía.
—¿Porras, que hace usted aquí?, preguntó el arrogante señor H, a lo cual hubiera querido responderle, “lo mismo pregunto yo”, pero mi prudencia venció mi impertinencia y solo le conteste, —vine a presentarles mi proyecto.
Miki comenzó su introducción ante el grupo contándoles que me había traído pues quería conocer al detalle el trabajo del montaje en CENFER, quería montar un laboratorio de trasplante de embriones, con capacidad para 20.000 novillas, el negocio consistía en tener embriones y semen de padres de exposición, e implantarlos en ganado corriente. El señor H imperó inmediatamente la presentación diciéndole, —Necesita dos hectáreas por animal, a lo cual Miki contesto, —Tengo 42.000 hectáreas y mañana hay visita de campo. Al finalizar mi presentación, volteé a ver a don Manuel que estaba recostado en la puerta de entrada junto a los guardaespaldas, había visto todo, levanto el pulgar de su mano izquierda y se retiró. Miki, quedo convencido de mi trabajo y dijo delante de los invitados. —“Porras, mañana toma medidas con Manuel después del almuerzo”.
Visión de negocio
Desayunamos en el casino de los trabajadores, una cómoda instalación, con cocinas y planchones en acero inoxidable, donde nos sirvieron el mismo menú que a sus empleados y como cualquiera de ellos, hicimos fila con la bandeja. No hubo mesa ni menú especial, debimos sentarnos donde había espacio, revueltos con los empleados de la finca. -Don Miki, Don Miki, le decían sus empleados al pasar, haciendo una corta reverencia con su cabeza. Quedé sentado diagonal a Miki, a unos tres empleados de distancia, contesté algunas preguntas de los trabajadores alrededor y de reojo miraba al incomodo señor H tratando de sentarse lo más aislado posible. Terminamos el desayuno y salimos hacia las camionetas Toyota que estaban listas, atrás los guardaespaldas con sus guacharacas colgadas, una especie de escopeta calibre 12 con empuñadura, como las que usan los transportadores de los carros de valores. Un par de neveras con refrescos y hielo. Miki repartió estratégicamente a los visitantes en cada camioneta y para sorpresa del Señor H, Miki dijo, —Porras, usted conmigo.
Me sorprendió un poco, pues pensé que Miki quería ir con alguno de los ganaderos en su carro, pero ninguno de ellos se atrevió a opinar. En el carro Miki, me pregunto por el desayuno, y le dije que muy bueno, pues me encantaba el calentado de frijoles y el jugo bien frio. Luego se refirió a lo incomodidad que percibió de alguno de los invitados y me dijo, —Porras, uno come, lo que come su gente, ellos son los que se asolean por nosotros, así que hay que tenerles buena casa y comida, si no es bueno para usted, no es bueno para ellos. Quede aún más sorprendido ante las palabras de mi futuro contratante y con la confianza necesaria de preguntar lo que quisiera.
Continuamos el recorrido y paramos frente al amplio taller de motocicletas, nos presentó al mecánico, un paisa sonsacado de la ensambladora de motos quien trabajaba con un ayudante, tenía a su cargo el mantenimiento de 120 motos Honda XL 125 que Miki había comprado, pues recorrer las 42.000 hectáreas de su finca a caballo, era poco funcional. Miki nos contó que las había adquirido directamente a la fábrica, con un súper descuento y con unas desarmadas para repuestos. En el taller permanecían aproximadamente diez motos disponibles para que los trabajadores simplemente intercambiaran su moto, por alguna de las disponibles, mientras le efectuaban el mantenimiento.
La caravana escoltada se dirigió hacia la orilla del río Magdalena donde reposaba una gigantesca estructura metálica llamada La ballena, Ricardo me había dicho que había sido diseñada por un ingeniero marihuanero de la Universidad Javeriana, que por andar trabado no le paraba bolas al proyecto y que el patrón lo había apretado un par de veces por haberle hecho gastar 1.200 millones de pesos en su proyecto. La ballena consistía en un juego de compuertas a diferente altura y tuberías que tomaban agua, un metro por debajo de la superficie del río Magdalena para evitar la espuma, maderas y basura superficial. Dependiendo del nivel del río se utilizaba una de las tres compuertas, captando el agua para depositarla en unos canales trapezoidales con destino a los acueductos de los pueblos cercanos.
La gran cantidad de kilómetros de canales con agua no eran desaprovechados, contactó a empresarios israelís expertos en piscicultura quienes le desarrollaron el proyecto de cría y levante de mojarra roja en los canales, con complejos sistemas de filtrado y aireación para el agua.
—¿Le gusta la pesca?, me pregunto Miki
—Por supuesto, le respondí, haciéndome inmediatamente, cuestionamientos sobre el precio del kilo de bagre, que creía estaba a cinco mil pesos aproximadamente.
Paramos al lado de los estanques de alevinaje para bagres, unas construcciones con cara de bunker antiaéreo. Eran de ocho lados, construidos en concreto reforzado, y con más varilla que cemento, pues estaban dispuestas en retícula cada diez centímetros. Su proyecto era el cultivar los bagres en los lagos de la finca y capturarlos con choque eléctrico, para poder clasificarlos y enviar a Bogotá solo los de buen tamaño. —Porras, el proyecto es mandar una mulita a la semana de Bagre a Bogotá, haga la cuenta, 34.000 kilos por 52 semanas del año, a cinco mil pesos, cuanto nos valen.
Estaba asombrado, de la manera como Miki manejaba los números, en los negocios de grandes volúmenes. Ricardo me había dicho que, Miki era un hombre muy inteligente y que no había terminado la primaria. Aprovechando la parada Miki realizo un gesto con la mano y de inmediato sacaron de una de las neveras refrescos para los visitantes y los escoltas. Le pregunte a uno de ellos por qué no sacaban de la otra nevera, y me conto que esa era la exclusiva del patrón y que solo tomaba Uva Postobon. Miki recibió su refresco, pidió otro y me lo entrego. El Señor H se acercó a nuestro lado y nos contó que tenía un hermano terminando sus estudios de piscicultura en Australia, Miki le pregunto que, si estaría disponible, El señor H dijo que si, Miki realizo otro gesto y le trajeron un gran maletín. Era un teléfono satelital. Le preguntó el número, realizo la llamada, le conto que necesitaba y dio la orden para que le situaran pasajes para la siguiente semana, como hubiera dicho mi padre, “La cosa es diciendo y haciendo”.
Avanzamos por las diversas vías internas de su finca y le pregunte sobre las casetas que regularmente había visto, y me dijo que eran baños, que no podía soportar el ver a sus empleados en medio de un potrero con algún problema estomacal. Me dijo que al principio tuvo muchos problemas para traer ladrillos para sus obras, pues ante la cantidad que necesitaba, le demoraban mucho el traerlos de otros municipios, entonces decidió utilizar una mina de arcilla y montó la fábrica en su finca, con extrusoras, cortadoras y hornos para ladrillo macizo.
La siguiente parada fue en el zoocriadero de babillas y de caimán aguja, una variedad en vía de extinción y de la cual mostraba orgulloso su mascota, una imponente hembra de cuatro metros de largo, acompañada por algunos machos de menor tamaño. Los reptiles eran alimentados con restos de ganado y peces que eran molidos en un trituradora y empacados en bolsas para ser refrigerados. Miki nos contó que en una ocasión había ofrecido un millón de pesos al trabajador que atravesara el estanque nadando, y uno de sus muchachos que trabajaba en el zoocriadero se los gano, al preguntarle asombrado al ganador de la apuesta si lo había hecho por el dinero, el hombre le contesto, -Ni bobo que fuera, le confeso al patrón que los había alimentado en la mañana antes de su llegada y estaban llenos.
Casas limpias
En la finca trabajaban cerca de trescientas personas, la mayoría armadas, motivo por el cual ningún grupo beligerante se atrevía a hacer algún tipo de incursión en el predio, este respaldo obtenido por sus trabajadores era compensado con la construcción de casas en el pueblo, donde vivía la mayoría de ellos. Le indicó a sus guardaespaldas que íbamos hacia el pueblo y salimos con los visitantes a Zambrano. En una de las cuadras detuvo la caravana de vehículos y motos, me dijo, —Porras, escoja una de esas casas. Señalé cualquiera al azar y nos bajamos a visitarla.
—Siga don Miki, bienvenido, dijo su propietaria y extrañamente encontré orden absoluto en la cocina, cuartos y la sala. La gente de la cuadra sabía que entraría a cualquiera de sus casas y despejaba las puertas para su ingreso.
Visitamos tres más y me preguntó qué notaba de raro en las viviendas. Le dije que extrañamente el orden y limpieza de todas las casas y me dijo que trabajador que fuera desorganizado y sucio no podía trabajar con él, así que la gente sabía que en cualquier momento él llegaba a visitar las casas y el que no tuviera organizada la suya perdía el trabajo.
—¿Y de la construcción?, me pregunto de nuevo, y me referí a las robustas puertas de madera maciza y al piso de mármol de las humildes viviendas. Me dijo que no había nada más gratificante después de trabajar bajo el inclemente sol de la zona que llegar a la casa, quitarse los zapatos y ponerle la espalda al fresco piso. Por eso todas las casas de sus empleados tenían piso de mármol.
— ¿Porras, a como es el metro de mármol?, me preguntó, yo creía que estaba por el orden de los 15.000 pesos metro cuadrado y al decirle la cifra sonrió y me contó la historia de los pisos en las casas de Zambrano.
“Me fui a Medellín a negociar un lote de mármol, para pisos. Llegue al almacén y le pregunte al hombre, ¿a como el metro de mármol? y me dijo a 15.000 pesos. ¿Y si le llevo cien metros?, a 14.000 pesos me dijo. ¿Y si le llevo mil metros? a 12.000 pesos. ¿Y si le llevo 10.000 metros?, a 9.000 pesos me dijo, ¿y si mejor le compro la mina?, y así fue que termine comprando una fábrica de pisos de mármol para mi gente. Porras, me sale a 5.000 pesos metro puesto en Zambrano, 1.000 pesos la instalada y 1.000 pesos que me roban, pues si a usted un negocio no le da para que lo roben, entonces no es negocio.”
Quede intrigado nuevamente por su extraña forma de pensar en los negocios, pero ajustada a la realidad. Le pregunte por las puertas macizas y me dijo que odiaba el entamborado de las puertas modernas, que tenían cartón por dentro y que con una patada se rompían, por eso la robustez de ellas. Sabía que le gustaba la madera, por lo que me había mostrado Manuel en la finca, pero aproveché la oportunidad y le dije que para el proyecto del laboratorio deberíamos utilizar metal, y materiales fáciles de limpiar.
—¡Quiero lo mejor!, exclamó, —robusto y de poco mantenimiento.
La foto
“A mí no me gustan las fincas aburridas dedicadas a una sola cosa”, dijo Miki a sus invitados al llevarlos a una pequeña montaña, mandada a construir por el sobre un terreno plano para poder subir en el carro y apreciar sus 600 hectáreas de mango Tommy.
—Las inversiones tienen que ser diversas, usted no sabe cuándo un negocio se pone flojo y toca tener alternativas.
Con una aseveración por parte de los ganaderos al comentario, Miki aprovechó y me pidió la foto grupo. Trágame tierra, creería que pensó el señor H, ante la orden de Miki de una foto grupal y mientras Miki les decía que se acomodaran observaba al señor H se alejaba disimuladamente hacia el costado opuesto tratando de esquivar la situación, hasta que tuvo que detenerse ante la orden de Miki.
—“Listo Porras, dispare”.
El tour había terminado y nos dirigimos hacia la zona privada de la casa donde fue dispuesto un gran buffet de carnes y licor para el almuerzo. Al terminar la tarde y mientras seguían departiendo me retire del sitio para buscar a don Manuel y pedir indicaciones de lo que quería. Miki me había dado vía libre en el uso de materiales, y don Manuel me explicó que necesitaba una mesa de cirugía en el centro, con un complejo sistema de puertas abatibles de tres posiciones, que le permitiera clasificar a las hembras después de inseminadas. Yo haría el diseño metálico y el me ayudaría con su gente en la obra civil. Tomamos la distancia entre paredes de la construcción y altura de techo para calcular las dimensiones del montaje.
Le dije a don Manuel, que tendría que diseñar el montaje antes de saber el presupuesto de construcción, pero que necesitaría un anticipo y dos meses para la fabricación. Nos fuimos hacia la casa donde descansaban los huéspedes y el anfitrión, nos despedimos esa noche pues temprano en la mañana retornaría a Bucaramanga, Miki debía regresar a sus invitados y yo aprovecharía el vuelo. Después de desayuno Miki organizo el transporte hacia el aeropuerto, llegamos a Corozal dos horas después y abordamos la avioneta privada de Miki, una Súper King 350, con capacidad para 13 pasajeros más dos tripulantes de regreso a casa con mis coterráneos.
Oda al metal
Revelé las diapositivas del viaje, y me dediqué a cuantificar los sobrecostos de la mesa de cirugía, debía cambiar las maderas por colchones de alta densidad tapizados en vinilo resistente a la abrasión y de fácil limpieza, galvanizar partes y tornillos, duplicar el espesor de platinas y tuberías. Era difícil de cuantificar el precio de algo no construido aún, pero tenía la esperanza de poder seguir haciendo obras de este tipo, así que queriendo ganar ese cliente, fui modesto en la propuesta económica y solicité mi anticipo.
Empezamos a construir los soportes estructurales de la mesa y luego a fabricar los herrajes sobredimensionados, mis empleados disfrutaban el utilizar gruesos materiales sin miedo al costo de los mismos, sabían que difícilmente podríamos volver a hacer algo de esas dimensiones. Le pedí ayuda a Don Rodolfo Aceros amigo de mi padre, para solucionar el problema de las puertas abatibles y me construyo dos brazos, giratorios similares a los de las sillas odontológicas de los cuales pude soportar, las puertas. A petición de don Manuel, debía eliminar en lo posible el característico ruido de la tubería metálica al ser golpeada, para evitar el estrés de los animales, así que debimos rellenar todos los tubos utilizados con cascarilla de arroz. El detalle final lo dimos con los anillos de soporte para los portones de servicio. Cinco pulgadas de diámetro y una pulgada de espesor, que era imposible no apreciarlos y más cuando un par de puertas eran de tan solo 60 centímetros de ancho, por donde solo pasaba el inseminador.
Todo salió según lo planeado y dos meses después estaba en la hacienda con Evaristo uno de mis trabajadores efectuando el montaje. Don Manuel quedo complacido al ver el espesor de las piezas metálicas, coordino inmediatamente su personal y comenzamos a hacer las zapatas para el anclaje del sistema. No podíamos apresurarnos y debíamos esperar día a día el fraguado en concreto de cada estructura, para poder alinear la siguiente. Don Manuel era muy metódico y perfeccionista, nos pidió que le diéramos tiempo y se lo dimos, durante los quince días de montaje.
Dos Vuelos
Un sábado en la tarde llego la avioneta, era Miki que venía a revisar como estaba el montaje y otros asuntos. Estaba acompañado por un delgado hombre en pantaloneta y pantuflas. Ricardo me pidió que lo acompañara al corral, donde estaba el señor sentado en la última vareta de la manga, mirando el ganado. Le pregunté a Ricardo quien era el hombre y me dijo que era don Luis, el dueño de los San Andresitos de Colombia, y estaba mirando el ganado que le daban en garantía por un préstamo de dinero a Miki.
La magnitud de los negocios hechos por su patrón era tan grande, que frecuentemente se quedaba sin liquidez, teniendo que recurrir a préstamos momentáneos incluso de Bancos donde ponía como garantía su finca y se las mostraba en una rápida visita a los gerentes de las entidades bancarias que después de ver la extensión del predio en la avioneta y luego las instalaciones regresaban facilitándole los recursos sin problema alguno.
En los últimos días del montaje, se generó una fila de hombres en moto cerca de la oficina administrativa, le pregunte a don Manuel que pasaba y me dijo que era día de pago. Me explicó que por la magnitud de la finca y de sus empleados, solo era posible pagar cada tres meses, y que cada hombre hacía fila por cinco más que eran los de su cuadrilla de trabajo. La avioneta aterrizó con el piloto y el contador únicamente, de su interior los hombres en tierra comenzaron a bajar cajas de cartón con el logo del banco de la república y a meterlas en la oficina. Poco a poco salían los hombres con tres o cuatro bloques de dinero en sus mochilas para pagarle a su cuadrilla. “Panelas” las llamaban, un grupo de diez fajos de 100 billetes nuevos cada uno, envueltos en plástico termoencogible. Le pregunte a don Manuel que como garantizaban que cada hombre si les pagara a sus empleados, él me miro por debajo de sus gafas levantando la cara y moviéndola de lado a lado diciéndome, —Jamás han fallado.
Mi trabajo había finalizado, don Manuel estaba conforme y solo faltaba por terminar el piso del laboratorio. Recogimos nuestras herramientas y nos quedamos un día más para limpiar todo, hacer las fotografías finales y coordinar que nos llevaran hasta Plato para regresarnos a Bucaramanga. Nos despedimos de Ricardo y los ayudantes que nos colaboraron en el montaje, le di la mano a don Manuel y le pregunte si no había sobrado un fajito de billetes para mí, sonrió y me dijo que todo estaba calculado para que nunca sobrara nada, pero que le pasara una cuenta de cobro y se la llevara al señor F de Bucaramanga (uno de los visitantes sorpresa) que él con absoluta seguridad me pagaría. Y así fue.