Pesque y coma
El sabor de los peces de estanque donde se cobra por el peso de las piezas, difiere enormemente al capturado en nuestras quebradas por medio de la pesca artesanal con anzuelo, donde la alimentación natural hace que estas especies sepan a vida, aunado al esfuerzo de su no siempre fácil captura.
Pesca de Fin de Año. Colombia 2014
El actual jefe de Salustiano me llamo a pedir referencias laborales sobre él y su familia, a lo cual solo tuve que contestarle que había trabajado en cuatro oportunidades con nosotros y que si nos pedía una quinta lo contrataríamos de nuevo. Salustiano y Amparo estaban gustosos de regresar a su tierra Llano de Palmas, Santander donde tendrían la acogida de un benévolo clima después de estar muchos años en la calurosa zona de Puerto Wilches. Había prometido realizarles una visita antes de que se acabara el año, pero por culpa de una incapacidad medica solo pude cumplirla la última semana del 2014.
La visita esperada
Cuando llame a Amparo a decirle que iría a visitarlos, solo me pregunto que como quería la gallina si en sopa o sancocho. A mi entrada a la finca mi vista se fijó inmediatamente sobre la tiznada olla en el fogón de leña, demostraba las antiguas batallas contra el fuego y antes de saludarme Amparo sacó de su interior la preciada ave diciéndome —“Don Toño, se la dejo dura como a usted le gusta”
La finca Veracruz en la que trabajan, está muy cerca del pueblo, donde viven los hijos de su primer matrimonio, rodeada de parcelas campestres dedicadas solo a ser habitadas unas cuantas veces por mes, así que su trabajo consiste en tener las cosas lo mejor posible y atender a su nuevo patrón cuando los visite.
El llamado a almorzar fue rápido, con una generosa porción y la presión de Gabriel su hijo por irnos a pescar lo más rápido posible, pues entre estudio y pesca prefiere lo primero y debe repetir quinto de primaria a sus doce años. Le preste una caña e inmediatamente sin muchas instrucciones sobre su manejo se dedicó a pasarla por el incipiente caudal de la quebrada la Honda.
Pescamos unas dos horas subiendo y para cuando Gabriel saco su primera sabaleta decidimos regresar hacia donde habíamos dejado el carro para pescar de las cascadas hacia abajo. Insistimos en cuanto lugar encontramos infructuosamente y decidí pescar justo debajo de la caída del agua donde se hacía difícil sentir el pique por el golpeteo del agua sobre la caña. Se me soltaron unas cuantas de buen tamaño hasta que por fin pude capturar algunas junto con Salustiano.
Después de un buen chapuzón en el pozo y sacarnos la molesta arena a nuestros zapatos, regresamos a la finca donde Amparo limpio y arreglo las Sabaletas para fritarlas y servirlas con yuca de su huerta. Nos deleitamos con el inconfundible sabor de la Sabaleta recién pescada y la amena historia de su captura contada por el entusiasmado Gabriel que preparaba en su mente la madrugada del día siguiente para buscar a su hermano en el pueblo y repetir la faena.
Toby la mascota guardiana de la finca, durmió al lado de la carpa, descolgándome la trusa de la cuerda y dejándola en el patio junto a medias y zapatos de Gabriel. Salustiano me conto que el perro les ayudaba a ser ordenados puesto que lo que encontraba tirado en su camino se lo llevaba para jugar en el patio. Después de su ladrido de cinco de la mañana Salustiano comenzó su trabajo alimentando once pollos, dos patos, un conejo y picar el pasto con la quita manos para dos caballos de paso. Recoger una ahuyama y las mandarinas para el jugo de la mañana. La diaria rutina de un hombre de campo que junto a su familia llevan una vida cómoda y sencilla envidiada por algunos de los que estamos en el agitado trajín de las ciudades.
Gabriel devoro su desayuno con ímpetu y rapidez para poder agilizar la salida en búsqueda de Nelson su medio hermano en la cabecera municipal de Llano de Palmas, un corregimiento de Rionegro que sufrió los embates de la violencia dejando desolación en el pasado y mostraba el interés por resurgir turísticamente con la restauración de unos pórticos en tapia pisada de lo que en será una posada.
Decidimos ir hacia la quebrada el Mico donde extrañamente capture con queso un pequeño Capitán, síntoma de que la temperatura del agua era muy caliente para la sabaleta y probablemente contaminada con residuos de los grandes galpones de la zona. Bajamos por una infinidad de saltos pescando en cada pequeño charco sin pique alguno. Hacia el mediodía decidimos regresar escalando todo el tiempo y tomar un atajo por una pequeña quebrada hacia el cementerio del pueblo, comer algo y regresar en el carro a la quebrada la Honda, para pescar bajando hasta los grandes pozos.
Nelson capturo rápidamente una pequeña sabaleta e iniciamos el descenso por una ruta más agreste que la anterior quebrada, pero con mejor paisaje. Intentamos en cuanto correntonal y pozo encontramos con muy poco pique y un par de capturas adicionales. Gabriel decidió que ya era hora de comernos el lonche enviado por Amparo en mi morral y degustamos unos cuantos huevos cocidos con arepa blanca y limonada. Nelson nos apresuró el paso para llegar al tobogán de piedra una formación natural de unos 60 metros de larga no tan lisa como quisiera, pero divertida y acaba ropa con final en un pozo no muy profundo de arena. Luego de una gran cantidad de lanzadas nuestras posaderas indicaban que era hora de partir y comenzar a ascender nuevamente todos los saltos.
Una hora después estábamos en la casa y mientras Amparo repetía la rutina de arreglar los pocos peces, dialogue con el Gato un curtido campesino vecino de la casa, conservado en guarapo durante 60 años de vida, que no conocía más allá de Rionegro y sin ninguna intención de salir de su zona de confort de la región. Amparo le vendía la alimentación diaria y estaba allí para prestar una panela para endulzar su combustible preciado del día siguiente. Disfrutamos de nuestras sabaletas con el acostumbrado relato de Gabriel, un poco más pausado que de costumbre, mostrando en su contar lo difícil de la jornada y con su bajo animo el rápido llamado de su colchón en el piso al lado de sus padres.
Un nuevo día, acompañado de ladridos, cacareos y quehaceres hacen que la rutina de estas humildes y amables familias de campo se vea interrumpida para despedir a los visitantes, no sin antes preparar el desayuno y alistar los presentes para no dejarlos partir con las manos vacías. Mandarinas, naranjas, ahuyamas, papaya y una chicha de maíz especialmente preparada para mi padre por Amparo junto con la amable invitación de regresar a departir una nueva estadía entre anécdotas, peces y comida.