Nuevos Pescadores
Ante la entusiasmada llamada de mi primo Fernando decidimos comenzar el 2015 regresando a pescar al Cáchira con Lucia su señora y Javier su hijo, que con solo siete años ya pretende seguir los pasos de su padre, abuelo y bisabuelo en una tradición genética sin explicación alguna que solo lo incita a obedecer las órdenes de su papá para poder acompañarlo al río.
Otra Generación. Colombia 2015
El despertador sonó como de costumbre a las 5 am, ya tenía el carro listo y cargado, solo debía calentarlo un poco para ir a recoger a mi primo a casa de su madre. El tránsito en la madrugada era escaso muy probablemente a causa de las festividades de fin de año. El pequeño Javier mostraba su ansiedad preguntando si habíamos llegado cuando paramos a desayunar en Rionegro y Fernando aprovecho la ocasión para hacerlo tomar su caldo por completo, so pena de demorarnos más de la cuenta por esperarlo. Después de unos insistentes ¿Cuánto falta? de Javier entramos a la variante empolvada que conducía a nuestro destino, parando abruptamente a fotografiar el cadáver de una pequeña culebra Talla X, victima segura del paso de una rueda de motocicleta sobre su cuerpo, por el tamaño de la huella cerca de su cabeza en forma de diamante indicando su inminente peligrosidad.
Abundancia de niños
Llegamos a la humilde vivienda del Tino, donde le entregue las fotos del viaje anterior y nos manifestó su preocupación inmediata por no tener como atendernos ante una despensa vacía. Bajamos el mercado para compartirlo con su familia mientras nos contaba que había perdido la mayoría de sus cultivos por el intenso verano y lo poco que pudo recoger se vendió a tan bajos precios que no alcanzo a librar su inversión. Lucia anoto en una hoja de cuaderno lo que faltaba por comprar para hacer un sancocho familiar y le dio dinero al hijo mayor del Tino para que consiguiera lo necesario en la tienda de la Vega, así mientras nosotros pescábamos ellos prepararían el almuerzo.
Javier le insistía a su papá que lo dejara ir con él, pero aun con la poca agua del río, su fuerte corriente haría imposible garantizarle su seguridad. Nos despidió en la orilla mientras observaba a lo lejos a Fernando sacar la primera sabaleta del día. No tuvimos el acostumbrado pique en las resacas cuestionándonos si era la hora del día y seguimos descendiendo hasta dar con un grupo de pescadores de atarraya y perro, mostrándonos orgullosos un gran Hocicón de unas 3 libras de peso y sus mochilas llenas de sabaletas. Un pequeño niño con deteriorada careta era el encargado de introducirse en las resacas para espantar los peces y hacerlos caer en la atarraya.
La moral de pescador se nos fue al piso ante las pocas piezas capturadas sobre los pasos de los sitios ya espulgados por los atarrayeros y decidimos regresar a casa donde Lunay la esposa del Tino nos recibió con el suculento sancocho de costilla hecho en fogón de leña. Dejamos las sabaletas sobre el lavadero y decidí pescar otro rato río arriba para completar la cantidad necesaria para el almuerzo de todos del día siguiente. Con solo unas diez sabaletas más regrese al final de la tarde para compartir con los miembros de la familia la sopa sobrante acompañada con las mismas historias de nuestras faenas hasta que la luna llena sobre nosotros nos indicaba la hora de descansar.
Tino madrugó para ir a cambiar de puesto los surtidores de sus cultivos. Lo acompañe a trepar a su pequeña parcela de unas tres hectáreas herencia de su padre sobre la falda de una montaña donde estaba reiniciando nuevamente el ciclo de cosecha con un intenso verano. Aguacates, papayas, maracuyá, yuca, plátano y dos matas de ahuyama que serán su futuro alimentario si tienen el agua suficiente por los próximos meses. Regresamos bajando por otro empinado camino rumbo al río donde un viejo horcón de una cerca caída sería el combustible de los alimentos del nuevo día. Lucia se encargó nuevamente de comprar huevos y pan para el desayuno y salimos hacia otra parte del río con la esperanza de tener mejor suerte que el día anterior.
Caminamos río abajo sin ningún éxito, unas cuantas sabaletas pequeñas que devolvíamos y nos seguía inquietando por qué en las resacas no mordían los peces. Encontramos en las lisas piedras minúsculos pero abundantes insectos adheridos que pensamos serian el alimento de las sabaletas en la temporada de intenso verano cosa que provocaría la saciedad de los peces por lo tanto la justificada razón de la ausencia de capturas. Decidimos regresar con menos peces que el día anterior y paramos a entregarle unas fotos a Luis José otro campesino de la ribera donde algunas veces nos quedamos y encontramos a su hijo entrando de pesca con su cuarta parte de peces en la mochila pues según nos contó el dueño de la atarraya se quedó con tres cuartas partes de lo capturado.
La gran cantidad de niños en la casa de Luis José como en la del Tino nos hace prever que al igual que Javier se formaran como futuros pescadores asegurando la muy posible sobreexplotación de las cuencas de los ríos cercanos a sus hogares, unos para alimentarse otros para obtener ingresos extras y cada día menos pescadores recreativos.
Ocho sabaletas fritas con yuca fueron nuestro almuerzo después de una débil jornada, repasando los puestos de pesca por donde ya otros han pescado. No quise darme por vencido y me dirigí hacia otro lado del río con la esperanza de una mejor suerte y después de gastar grandes cantidades de queso capturando y soltando infinidad de sabaletas pequeñas logre capturar diez de buen tamaño librando la mala jornada de la mañana hasta que nuevamente encontré pescadores de caña subiendo mostrándome sus capturas y saliendo todos del río pues ya entre los tres habíamos pescado ese tramo y sería inútil seguir pescando. Le conté a Fernando del encuentro con los pescadores para poder definir el sitio de pesca del día siguiente compartiendo vino y galletas con la familia de Tino.
La rutina diaria de Tino es inquebrantable así tenga visita, el primer cigarrillo del día, su tinto de cuncho, cambiar de lugar los surtidores en la parcela y regresar a desayunar. Lo lleve a la pequeña despensa un kilómetro arriba y compramos papas para el caldo alimentado con el fuego del rajado horcón del día anterior. Lucia como buena paisa, le mostro a Lunay su destreza para hacer redondas arepas en la mano e invitar a toda la familia a desayunar para despedirnos en la última jornada de pesca sobre un tramo diferente del río. Corrimos con la misma suerte de los días anteriores y tras pocas capturas con un abrazador y radiante sol salimos del río atravesando un abandonado cultivo de tomate que perdió su cosecha por el intenso verano.
Caminando hacia el carro paramos a despedirnos de Luis José y su familia. De nuevo encontramos a los atarrayeros del primer día con sus mochilas llenas de peces quienes caminando rápidamente nos evadieron para no dejarse tomar fotos con sus capturas. El estado del río nos hace reflexionar sobre el futuro del Cáchira y la sobrepesca, pero es nuestra escuela y la de los nuevos pescadores y sabremos que en unos cuantos meses nos encontraremos de nuevo en su cauce intentando nuevamente añadir otra historia de pesca a nuestro gastado anecdotario.