Suratá agradecido

Un pescador muerto fue encontrado a principios de diciembre en el río Suratá, tenía el rostro completamente desfigurado por el golpe constante con las rocas, al ser arrastrado por muchos kilómetros hasta llegar a las rejillas de la bocatoma. Nunca habíamos intentado pescar con el río en esas condiciones, pero nuestras reprimidas ganas de pescar hicieron que probáramos suerte.

Caudaloso Suratá, Colombia 2016

Las fuertes lluvias de fin de año, retrasaron por completo nuestra temporada de pesca en el río Suratá, teníamos un año sin pescar en él. Fernando mi primo, decidió que era hora de visitarlo de nuevo, pues el invierno estaba cediendo, pero estaba inquieto ante la noticia del pescador muerto encontrado en el río.

 

 

Respetando el río

El acostumbrado color grisáceo del río no nos sorprendió, pero sí en cambio su fría temperatura. Jamás habíamos tenido esa sensación térmica en ese río. Intentamos iniciar la faena mojándonos lo menor posible mientras salía el sol, pero al intentar cruzar su cauce para buscar un mejor sitio de pesca, fuimos arrastrados mojándonos por completo. Las piedras no se veían por la cantidad de agua, nos golpeábamos constantemente en las canillas al tratar de sostenernos para no caer. Entendimos de inmediato que debíamos ser cuidadosos y buscar sitios de paso más seguros.

Fernando capturo rápidamente una pequeña sabaleta, entusiasmándonos a insistir pese a la dificultad de movilizarnos, con la caña en la mano, la mochila colgando y el agua haciéndonos presión al tratar de atravesar el río.  Durante un par de horas de pesca, con solo dos capturas, muchos golpes y varias arrastradas por el agua, llegamos hasta un gigantesco árbol caído en la mitad del río, con grandes rocas incrustadas en su raíz. Esa imagen fue suficiente señal para hacernos saber que debíamos ser respetuosos con el caudaloso río y salir para no correr la suerte del pescador muerto.  Pedro, nuestro amigo donde habíamos dejamos el Ladamigo, no se sorprendió de vernos tan pronto en su casa. Le contamos de lo arriesgado de pescar en esas condiciones y decidimos dejarlo para otro día.

 

El regreso

Recogí a Fernando antes del amanecer en el centro de la ciudad, compramos un trozo pequeño de queso reinoso, pues habíamos guardado el de la semana anterior, que tenía buen olor, pero estaba muy maduro, algo blando para pescar. Llegamos temprano donde Pedro, quien nos auguró mejor suerte que la obtenida ocho días atrás. Nos contó que habían ido pescadores de la región y les había ido muy bien.

Nos emocionamos al escucharlo y caminamos dos kilómetros arriba de su casa, a pescar desde el sitio recomendado por un compadre de mi primo, que había pescado el miércoles en la tarde con buen resultado en pocas horas de faena. El río definitivamente tenía menos caudal mejorando así nuestra movilidad y el constante paso de lado a lado del río para buscar los mejores puestos de pesca.

Las horas pasaban y no sentíamos pique alguno, las sabaletas no mordían. Decidí buscar un arador en la arena y lo puse como carnada, obteniendo así la primera sabaleta alrededor de las diez de la mañana. El pique con queso empezó a mejorar paulatinamente y continuamos insistiendo hasta entrada la tarde, definitivamente el mejor momento del día en el Suratá para la pesca.

Hacia el final de nuestra productiva faena, muy cerca de nuestra salida, encontramos a un pescador de la región, pescando río arriba, con unos bonitos ejemplares capturados con indioviejo, un insecto con el que forran todo el anzuelo haciendo que sea muy provocativo para las sabaletas de buen tamaño. Hizo remembranza de los años en los que no sacaba nada del rio, al estar casi extinta la sabaleta producto de los vertimientos de las empresas mineras. Alzó su mano orgulloso con su sarta de pecados y al comparar su pesca con la nuestra hizo referencia al tipo de carnada que usábamos, reiterándonos que definitivamente con insectos caían las más grandes en el recuperado río.