Carrilera…era. Parte 1
“Vamos a ir de Bucaramanga a Medellín por la vía del tren” … Nelson sólo se atrevió a preguntar si era posible, pues yo solo conocía el trayecto hasta Sabana de Torres y algunos kilómetros de Puente Sogamoso. El resto era incertidumbre. Con los nombres de las antiguas estaciones del tren y sin saber su estado actual, nos enfrentaríamos a una aventura diferente en la Colombia desarrollada al lado de la vía férrea.
Siguiendo el riel. Colombia, 2014
La confianza del viaje del año anterior nos dio una ventaja sustancial hacia el cumplimiento del propósito, sabíamos cómo hacerlo y que teníamos la capacidad de lograrlo. La incertidumbre estaba en poder pedalear junto a la carrilera y en nuestra nueva compañera de viaje a la cual Nelson conocía, pero nunca habíamos salido y mucho menos pedaleado con ella.
Jaky llegó a mi casa en bermudas y con una camiseta de triatlón. Sobraba la pregunta de su capacidad física. Sólo atiné a preguntarle si era malgeniada y que inseguridades tenía, a lo cual sólo respondió que no a la primera, que nunca había hecho una salida de tantos días, pero aclaró que no era una princesita para cuidar. Al siguiente día nos reunimos para dejar las bicicletas en mi casa y seleccionar el equipo básico para repartirlo entre los tres. Las alforjas de Jaky estaban muy pesadas, por lo que revaluamos su contenido, sacando ropa y algunas cositas de mujeres, pero conservando los infaltables pañitos húmedos de expedición.
Día 1 Bucaramanga – Pénjamo
Como meta personal siempre quise ir en bicicleta desde mi casa hasta Pénjamo, la finca de mi padre. Calculaba que podrían ser unas diez horas de pedaleo, teniendo en cuenta mis experiencias anteriores por tramos de esa ruta. La cita muy puntual de las cinco de la mañana, la revisión final del equipo y la primera foto de la travesía, dieron paso para salir treinta minutos después por la vía que de Bucaramanga conduce a Rionegro.
La ciudad aún respiraba aires de fiesta de fin de año y nuestro apresurado andar fue truncado con mi pinchazo a la salida de la ciudad. Increíble que, en los primeros quince minutos de salida, ya estuviéramos haciendo reparaciones. Continuamos nuestro ascenso hasta el Frigorífico Vijagual, para descender suavemente hasta la entrada al corregimiento Bocas. Allí nos recibió un viejo puente metálico de 1930 sobre la cloaca de la ciudad, donde un grupo de areneros paleaba su sustento diario a través de unas mallas para cernirla sin impurezas.
Comenzamos a hacer el registro fotográfico de edificaciones y construcciones sobre los costados de la vía del tren, iniciamos con las antiguas bodegas de la estación Bocas. El habitante del Comisariato nos contó que trabajó por más de treinta años en el tren y que llevaba viviendo 19 en esa edificación. Además, que muchas familias ante la ausencia del estado, han tomado posesión de las construcciones abandonadas y retiraron los rieles para arreglar puentes, hacer corrales o simplemente venderlos al mejor postor.
La vía es amplia, pero con pasos difíciles y mucho más para el bus veredal que sube una vez al día hasta bocas, túneles angostos, derrumbes en invierno y puentes en mal estado es su constante diaria. En los puentes está prohibido el paso de tractores, autos, personas, motocicletas, personas a caballo, camiones y bicicletas como lo denotaban las señales en la ruta, pero el diario vivir obligó a los habitantes de la zona a hacer caso omiso de estas advertencias.
Tras recorrer los primeros veinte kilómetros de nuestra jornada, encontramos la estación Palmas, una derruida casa con un aviso metálico blanco clavado en su pared que comunicaba que el “Gobierno Santos está cumpliendo”, no sé a cuál de todas sus promesas, señalando que esa estación esta inventariada y hará parte del PNREF léase “Plan Nacional de Recuperación de las Estaciones del Ferrocarril”. Ojalá a esta y todas las demás construcciones aledañas se les cumpla la promesa, como la del viejo edificio de Baños, construido en 1933 y hogar improvisado de otra familia desde hace quince años.
Un largo puente, de madera y sin protección lateral alguna, nos llevó hasta la casa granja de Don Pedro Díaz, un singular y solitario campesino que se dedicó a hacer de su humilde casa un bello jardín. Allí vivía plácidamente comerciando sus productos de labranza en fincas aledañas y contando a quien pregunta, las antiguas historias del paso del tren frente a su casa por donde hoy no hay rieles. Diez kilómetros adelante de su casa, encontramos los vestigios de otra gran bodega en madera y láminas de zinc en la estación el Conchal, a donde llegue a pie producto del segundo pinchazo del día en la misma rueda.
Mientras revisaba con extremo detalle el estado de la coraza, un grupo de curiosos niños nos rodeó y comenzó a tocar las bicicletas; a mover las palancas, a prender las luces, a abrir y cerrar cierres de las maletas, a realizar conjeturas sobre para que sirven las cosas, a auxiliarme con las herramientas y por último un corto momento de tranquilidad, posterior a un ofrecimiento de dulces para una rápida foto.
El río Lebrija comenzó a tener un color más claro producto del aporte de las aguas de cristalinas quebradas y el río Cachira. Los campesinos de la zona se convierten en pescadores de temporada a la espera de la subienda de Bocachico y una que otra escasa Dorada. Vanegas fue por muchos años la estación, donde los pescadores de anzuelo se bajaban del tren para caminar por sus riberas tras las codiciadas presas. Otra vieja historia contada por los habitantes de la estación, de cuando el río era limpio y había muchos peces.
El intenso calor del verano de principio de año comenzaba a ser agobiante, a exigirnos cada vez más líquido y a refrescarnos en los arroyuelos de la vía. Afortunadamente, el trayecto inicial conto con mucha sombra, aprovechada siempre para reagruparnos mientras tomábamos fotografías. Tras pasar unos cuantos puentes en pésimo estado y el último túnel del trayecto, arribamos a la estación de Puerto Santos. Era una sencilla construcción de ladrillo y cemento, con columnas expuestas como refuerzo y pocas ventanas que daba la apariencia de haber sido utilizada para el bodegaje de productos agrícolas. Continuamos el recorrido acelerando un poco el paso para agilizar la jornada, pues aún nos faltaba la estación Provincia antes de llegar a Sabana, sobre un terreno con menos vegetación acentuando más la alta temperatura sobre nuestros cuerpos. Tomamos agua, gaseosa, refrescos en bolsa y no podíamos quitarnos de encima la sensación de deshidratación. Continuamos el camino hacia Sabana pedaleando sobre un pavimento incipiente hasta las 3 de la tarde. En su parque principal encontramos los rieles sepultados con gravilla y baldosa de gres, sumado al primer recordatorio de la ruta con un monumento a escala del tren, mostrando que Sabana de Torres fue una estación importante.
Tras preguntar en varios sitios sobre dónde buscar almuerzo tardío, bordeando las cuatro de la tarde, terminamos en el restaurante chino del municipio, tomándonos un refrescante granizado de maracuyá que llego caído del cielo. Éste nos hizo reflexionar sobre los siguientes 35 km restantes, pues no conocía el estado de la vía y solo restaban dos horas de luz día. Así que aprovechando la presencia de mi padre cerca de Sabana, decidimos darle nuestro equipo para aligerar el paso y tomar la vía panamericana para llegar pronto a la finca. A las 6:30 pm, después de 120 Km de recorrido, sentí satisfacción de eliminar de mi lista de pendientes personales este recorrido de trece horas y cientos de fotos. Una ducha fría, un gran recibimiento por parte de mi familia y unas ricas empanadas fueron el detonante para la pregunta de grupo sobre la decisión del día siguiente, la cual fue unánime: “vamos a descansar”.
Día 2 Pénjamo
Que decir de un día de descanso en un calor de cuarenta grados a la sombra, comer, hidratarse y agua de charco. Aprovechamos para lavar la ropa de nuestra jornada anterior en lavadora y secado natural extra rápido. Nelson y Jaky infructuosamente intentaron buscar señal de internet para enviar el reporte del día anterior. Ambos lograron hacer una pequeña siesta de dos horas, interrumpida abruptamente por Bianca la perra “Psicótica” de mi sobrina (según Nelson), que solo quería que le lanzaran de nuevo su juguete.
Con la compañía de Jaime, el amigo que me hospedaría en Medellín y quien había llegado en la mañana desviando su viaje para ver cómo íbamos, realizamos un tour fotográfico por el cultivo de palma africana, en el cual serví de “Profesor Yarumo” explicando desde la siembra, la recolección y el inherente viaje hacia la muerte de muchos cultivos cercanos y que veríamos el día siguiente por culpa del “PC” Pudrición del Cogollo, enfermedad que se disparó en la zona con la ola invernal del 2010 y 2011, dejando devastadas mas de 40.000 hectáreas de cultivo en la zona.