De Cáchira a Cachirí. Parte 1
Hacer una corta travesía en bicicleta a mitad de año entre los dos Santanderes, se convirtió en una experiencia gastronómica regional y la apreciación del fervor de los viajeros creyentes ante los diversos tipos de altares y grutas levantadas en todo tipo de caminos de nuestra geografía, que sin importar las condiciones climáticas y materiales de construcción son erigidos en agradecimiento a nuestros divinos cuidadores.
Montañas, santos y agua. Colombia 2014
Cáchira está situado a 107 kilómetros de Bucaramanga, y aunque pertenece a Norte de Santander la mayoría de sus relaciones comerciales son realizadas con Santander. La ruta de cuatro de la mañana utiliza el bus más moderno de su flota, con el inconveniente de no poseer parrilla en su techo. El auxiliar del siguiente bus de la ruta de cinco de la mañana nos insistía en desbaratar las bicicletas para no utilizar la parrilla y esgrimía cualquier tipo de disculpas para no colaborarnos, que no tenía escalera, que le ocuparíamos todo el maletero y que así no podíamos viajar. El conductor sin mediar palabra desarmó la mala actitud del ayudante subiéndose rápidamente al techo y diciéndonos que le pasáramos las bicicletas, las amarró firmemente y arrancó en su vehículo.
Una hora después paramos a comer una rápida empanada en la panadería Central del Playón, donde Memo, mi compañero en este viaje, saludó rápidamente a un familiar que tomaría unos días de descanso en una finca cercana. El bus continúo su recorrido subiendo por un costado del río Cáchira hasta el corregimiento de la Vega donde hubo un ágil intercambio de pasajeros y maletas para arribar hacia las 9 am a nuestro destino donde procedimos a desembarcar nuestras bicicletas.
Rumbo al Páramo
La policía de Cáchira nos informó sobre la seguridad de la zona y nos indicó que preguntáramos en la alcaldía por Memín funcionario público encargado del programa de los cóndores en el municipio. Esperamos por veinte minutos a Luis Fidel quien muy amablemente nos mostró en su computador las fotos y videos de los cóndores en la zona, la ruta a seguir, donde alimentarnos y por último nos escribió su teléfono y el de Chain Parra donde esperábamos llegar a alojarnos.
Después de una abundante comida en el restaurante Bucarica de Doña Fidelia salimos a tomar unas cuantas fotos antes de partir a nuestro recorrido. La plaza central, la de mercado y la de toros. Compramos un queso para el camino en Damalac una impecable fábrica de piso azul y mobiliario en acero inoxidable y una panela en el granero de la esquina de la plaza donde un par de niñas acólitas que estaban bendiciendo los negocios del pueblo hicieron lo propio con nuestra travesía.
Debíamos recorrer 17 km en ascenso hasta la casa de Chain por una sinuosa ruta que rápidamente había cambiado el picante sol de mediodía, por el frio y la lluvia de páramo. Tratamos de entrar a una casa sobre la vía a guarecernos de la lluvia, pero no pudimos abrir la torcida puerta que imaginamos estaba trancada por dentro. La subida se tornó congelante por la fuerte brisa que corría bajando desde el páramo de Guerrero y empezamos a sentir un leve mareo y dolor de cabeza producto de la altura y la hipotermia por estar mojados.
El viento nos tumbó varias veces en la subida y hacia las cinco de la tarde llegamos a la entrada de la finca donde esperamos el arribo de Chain quien estaba arreglando las cercas de su finca para poder controlar sus ovejas. Nos guardó las bicicletas en la bodega sobre la vía y nos alojó en la cocina de su casa, pues su señora se había llevado las llaves del cuarto que tenía un par de camas y cobijas. Nos ofreció un plato de arroz con maduro frito y queso fabricado por él, además de unos costales y el plástico de tapar el abono para colocar debajo de las bolsas de dormir.
Chain
José Nain Parra de 65 años, vivía en la finca que le compro a su padre treinta años atrás, se levantó muy temprano, como la mayoría de nuestros campesinos a realizar sus labores sin derecho a enfermarse. Nos contó de la hemorragia que sufrió el año anterior y que casi lo mata, pues cuando está nublado llamar a Cáchira es imposible, así que solucionar una emergencia médica desde ese inhóspito sitio donde no hay señal de celular y con el fuerte viento que arranca constantemente las hojas de zinc de las casas es toda una proeza.
Chain alistó unos cuantos gajos de cebolla junca, los despató, limpió y armó ocho atados amarrados con la cabuya que hizo su hija Hilda al desbaratar los costales usados de fique y unir las pequeñas cuerdas. Teniendo la posibilidad de sacar más cebolla, solo utilizó de su huerta la necesaria para poder obtener los 8.000 pesos que necesitaba y así continuar con las labores diarias. Caminamos hacia el corral y me mostro como se veía Sabana de Torres desde un pequeño plan en esa finca de ladera, los cultivos de cebolla, los nacimientos de agua de su propiedad y me pidió que le pasara los baldes para recolectar la leche.
Mientras ordeñaba me contó sobre la insistencia de sus familiares para que dejara su finca y se fuera a vivir al pueblo, pero la visión del paisaje hacia el Magdalena medio en días despejados le imposibilita tomar esa decisión. Cuando pitó el bus de Peralonso que cubre la ruta a Cúcuta, nos alistamos y después de su transacción de cebolla con el conductor le pidió el favor de que nos llevara hasta la ensillada dos kilómetros más arriba, donde parte el camino hacia la laguna de Guerrero.
El clima no mejoró, así que nuestros planes de ver cóndores quedarían aplazados hasta un nuevo viaje. Entre la densa niebla emprendimos el camino a conocer la laguna que quedaba a unos 45 minutos de caminata, por un sendero bastante trochado por los caminantes. Chain nos insistió firmemente en no pasar de la laguna por la mala visibilidad y la posibilidad de perdernos si proseguíamos hacia la cueva. La pantanosa laguna no permitió el caminar cerca de su orilla, trate de darle la vuelta, pero fue imposible seguir un camino seco con escasa visión. Después de una hora decidimos regresar nuevamente con lluvia hacia la casa de Chain donde hacia el medio día nos ofreció carne de ovejo guisada con papas y arroz.
Recogimos nuestro equipo y con las indicaciones de la ruta hacia el siguiente pueblo nos despedimos de nuestros amigos con la certeza de regresar en un futuro a intentar el avistamiento de los cóndores con mejores condiciones climáticas. El ascenso lluvioso nuevamente hasta la Ensillada nos hizo apresurar el paso para efectuar después de allí la bajada a Carmen de Nazaret. La empedrada vía me hizo pinchar dos veces seguidas en la rueda trasera con la clásica pinchada de golpe de piedra con dos huecos en el neumático uno frente al otro.
Arribamos a Alto Chiquito donde se puede tomar la vía hacia Villa Caro o Carmen de Nazaret, tomando este último desvío. Muy al final de la tarde al avistar el pueblo le preguntamos a un campesino desprevenido apoyado en una cruz en el camino sobre la distancia al pueblo y nos sugirió que al llegar preguntáramos por don Víctor Osorio quien atendía la casa campesina.