El tratar de cambiar rápidamente nuestra suerte económica, sin esfuerzo alguno y de un solo golpe  a través de la infaltable compra semanal del billete o fracción de nuestra  lotería regional,  fue el legado de nuestros abuelos hacia el malgasto de dinero en los juegos de asar. La acumulación de los  viejos y amarillentos billetes de lotería en el cajón de la mesa de noche perfectamente clasificados junto a un sinnúmero de objetos personales servía para el  inicio de  la conversación testificada de cuando “casi me lo gano”, “solo falto la serie para el premio mayor”, “la última cifra para uno de los secos”, “cayó en 6825 y yo cumplía el 24”.

La evolución  cronológica de estos juegos de asar no solo fue tecnológica para pasar de tener una posibilidad en un millón con 4 números y dos series de nuestras quebradas loterías departamentales que jugaban con las famosas ruedas fichet y que por lo menos dejaban recursos regionales, a las nuevas baloteras hidroneumáticas con la ínfima posibilidad del 0,00000012. % o mejor explicado una en 8.145.160 oportunidades. Pero aun conservamos la esperanza de ser un nuevo rico y seguimos cambiando nuestros devaluados billetes de  5.000 pesos y algunas monedas por estos tiquetes que cada cuatro días pierden su valor y terminan almacenados en un cajón, justificando los millones de pesos que hemos invertido  tratando de conseguir con un golpe de suerte los 6 números de los 45 en juego y seguir enriqueciendo a la Corporation dueña del negocio.