Algonquin Park

A un par de horas desde Muskoka tomando la autopista 60, se encuentra la entrada Oeste a una de las reservas forestales más grandes de Canadá. Algonqin Park con una extensión de 7.653 Kilómetros cuadrados alberga uno de los mayores centros de repoblación de pinos en Norteamérica luego de verse agotado este precioso recurso por  la desmedida sobrexplotación maderera de finales del siglo XIX.

El que peca y reza empata. Canadá 2018

 

 

Los pinos blancos y rojos poco a poco fueron cayendo por la gran demanda de madera de esa época y ante la preocupación de algunos habitantes, previendo el catastrófico futuro que podría tener el paisaje de la zona aledaña al Río Muskoka, el gobierno de Ontario contrato a un grupo de funcionarios que podría decirse fueron los primeros conservacionistas o ambientalistas que con su descriptivo estudio y plasmando los sucedido en otras regiones de Europa donde ya se había devastado el bosque, lograron fundamentar las bases para declarar la protección forestal de la zona haciendo controlada su explotación maderera.

Plaza de camping

A la entrada del parque antes de asignar el sitio para campar, piden la placa del vehículo con el que se entra para entregar el permiso de circulación al interior. Preguntan por las facilidades requeridas de agua y electricidad si se va en casa rodante (Camper) o en el caso contrario plazas sencillas con espacio suficiente para estacionar el vehículo, una mesa y parrilla para cocinar alimentos. El calor empezaba a intensificarse, solo pasaríamos una noche en el parque, las recomendaciones del guardaparque nos llevaron hacia Canisbay Lake uno de los sitios de camping autorizados en el área, con una invitación a escuchar el programa de prevención ante la posible aparición de osos en el área. El equivocado manejo que dan los campistas a sus alimentos y residuos hace que se dicten programas frecuentemente en temporada de verano para “adiestrar” a los humanos en la correcta disposición de los mismos. Los contenedores de basura están diseñados de tal forma que solo se pueden manipular colocando la palma de la mano en su delgado seguro interior y así evitar que los osos y mapaches la abran.

La Grata sorpresa

Dentro de las quince opciones de senderos delimitados para caminata, optamos por hacer el Track & Tower, situado en el kilómetro 25 sobre la vía y de 7,5 kilómetros de recorrido por una topografía con bastante irregularidad bajo la sombra intermitente de delgados pinos. La ruta estaba demarcada por círculos reflectivos de color azul de unos doce centímetros de diámetro clavados en los pinos cada 50 metros, haciendo muy fácil el encontrar el sendero al tomar una de las múltiples trochas. Al mirar hacia atrás, para los que tomaron el camino en sentido contrario a la ruta los círculos orientadores eran de color blanco.

La gran cantidad de mosquitos bajo los árboles hacia que camináramos constantemente, deteniéndonos solo momentáneamente en las zonas despejadas del bosque para espantar los detestables chupasangres. Treinta minutos después de haber iniciado el recorrido, sentimos ruido cerca de la orilla de un pequeño lago al lado del camino, tomamos la desviación para investigar que lo originaba y para nuestra suerte se trataba de una mama Alce con sus dos crías que estaban refrescándose en el agua, tratando de espantar otra plaga de mayor tamaño que la nuestra, se trataba de los Horse fly, una especie de tábanos que son capaces de penetrar la gruesa piel de los mamíferos. La familia de alces continúo su camino y nosotros seguimos los puntos azules por varias horas tomando pequeños desvíos de la ruta cuando sentíamos inesperados ruidos a la espera de ver otros animales en el sendero.

Animales en la vía

Las recomendaciones de velocidad para la ruta son de 60 kilómetros por hora y están reforzadas con gigantescos avisos que indican el paso de alces. El maniobrar a una velocidad mayor para evitar un obstáculo móvil con trayecto indefinido y de unos 700 kilogramos de peso hace casi imposible el salir bien librado.

Madera Vs Parque.

El centro de visitantes de Algonquin, estaba celebrando los 125 años de creación del sistema de parques de Ontario, en su museo se exhibía una muestra de los primeros indígenas habitantes de la zona, de los colonos y de la fauna local.

En los días de la abundancia, Canadá era un bosque virgen de pinos de gran envergadura y colosal fauna, pero las grandes expediciones en su territorio abrieron las puertas para una gran cantidad de colonos que vinieron a explotar los recursos que se creían inagotables. Los grandes árboles fueron cortados y transportados por gigantescas compañías madereras a través de canales fabricados para interconectar los lagos y posteriormente hacerlos caer a los grandes ríos que lo llevaban lentamente hasta Quebec donde estaban atracados los grandes barcos para exportar esa madera a Europa. A medida que se fueron internando más y más en busca de mejores tesoros naturales, el comercio de pieles también se intensifico diezmando la fauna silvestre.

La cantidad de gente en el negocio hizo que se desarrollara toda una cultura constructiva entorno a los pinos, se establecieron poblados con los trabajadores de su industria, siendo utilizada la madera para construir todas las edificaciones propias, habitaciones para alojar a su personal, establos de protección para los caballos en invierno, comedores de empleados, barcazas de transporte, producción de tablones para construir las casas en las ciudades y por ultimo combustible de estufas y barcos.

En el recorrido final de 1,5 kilómetros sobre la entrada Este, está el Algonquin Loggin Museum, donde se puede observar de primera mano todo lo que significó para los primeros colonos Canadienses el desarrollo de su industria maderera, la evolución de la misma y por último los planes desarrollados hoy para llevar de manera conjunta la explotación controlada, conservación y reforestación dentro del parque.