Sobreviviendo al destierro. Parte 11 Selva

Cientos de pacientes de la enfermedad de Hansen fueron abandonados a su suerte en la mitad de la selva, en una antigua finca azucarera a orillas del río Amazonas. San Pablo de Loreto se convirtió con el tiempo en un lazareto que albergo a pacientes y doctores de diferentes nacionalidades. En 1952 recibió a Ernesto Guevara, un experto argentino en leprología, lo demás es historia.

El Che en la selva. Perú 2022

 

“Diarios de Motocicleta” es una película del año 2004, en la que Alberto granados, un médico Bioquímico y Ernesto Guevara, estudiante de último año de medicina viajan de Argentina a Caracas conociendo de cerca la inequidad social de los pueblos latinoamericanos. En su trabajo como voluntarios durante tres semanas en el leprosario de San Pablo, Ernesto se rehúsa a usar guantes de goma, estrechando y tocando a los leprosos con sus manos.

Me tomó cerca de veinte años ir a conocer este poblado, el cual quedo en mi mente después de ver la película. Guevara llegó a San Pablo cuando el poblado era solamente para recluir y desechar a las personas enfermas. Hacia el final de la excelente producción cinematográfica el futuro “Che” Guevara a pesar de su asma, nada a través del río que separaba la Colonia, el sitio donde vivían los médicos y las chozas de los leprosos para pasar su última noche allí.

Rema, rema, rema, no todo está perdido, al otro lado del río.

De la canción de Jorge Drexler, ganadora del Oscar.

Frente al agua

El fluido eléctrico fue intermitente a lo largo de la noche, de tal manera que el ventilador funcionaba por momentos. El calor de la habitación me hizo salir a caminar antes de las seis de la mañana. Era sábado, las calles estaban vacías. El asentamiento de San Pablo de Loreto está ubicado a 209 millas de Iquitos, bajando sobre la margen derecha del río, era un poco más grande que los que había visitado en el viaje. Es capital de distrito y se notaba a simple vista los problemas de gran concentración de gente viviendo alrededor del poblado.

Muchos no tienen facilidades sanitarias y las aguas servidas van directamente a la calle sobre canales que inexorablemente van al río. Pueblos grandes, Problemas grandes. La solución no es quitar de vista las aguas negras y hacer alcantarillado, lo que se necesita es que cada poblado tenga una planta de tratamiento de aguas residuales conocidas como PTAR en Colombia.

Construcciones de concreto de mas de dos pisos se intercalaban con casas de madera y techo de zinc. Frente a ellas o un costado, los canales de conducción de aguas. Los seguí por su sinuoso descenso y me llevaron hasta el mercado. Estaba cerrado, debajo de las construcciones cerca al río podía apreciar gran cantidad de elementos plásticos flotando.

Caminé hacia la parte alta del poblado, donde encontré un motocarguero con treinta botellones de agua de veinte litros. El conductor me explicó que la planta de tratamiento estaba en mantenimiento y traían el agua embotellada para consumo. Era absurdo que viviendo frente al río más caudaloso del mundo (216.000 metros cúbicos de agua por segundo), se tuviera que recurrir a traer agua en lancha de la planta de tratamiento de otro poblado. La quinta parte del agua dulce en estado líquido del planeta la tiene el río Amazonas y lo tratamos como una gran alcantarilla.

 

La Ronda Campesina

A las siete de la mañana, de ese 14 de mayo, me encontré con un delgado campesino que muy amablemente me invitó a conocer su humilde casa. Se trataba de Don Silverio Rojas Alarcón. Oriundo del departamento de Cajamarca, distrito de Huambos y provincia Chota. Había llegado a la zona desde el año 2002 cuando compró un terreno para dedicarse al trabajo agrícola. Don Silverio, era miembro de la Ronda Campesina de San Pablo, conformada por veinte miembros de los cuales, él era el único carnetizado.

Ante la ausencia del estado en lugares apartados, se conformaron las Rondas Campesinas en el Perú. Una organización comunal autónoma, cuyo fin era la protección ante robos y abigeato. La primera se conformó en la Provincia de Chota en el año 1976 y la idea se replicó con rapidez por muchas provincias del país y se estima que en la actualidad son cerca de 250.000 militantes en 8.000 grupos ronderos.

Según don Silverio, las Rondas Campesinas también se han extralimitado y abusado del poder, según las pretensiones o conflictos que se hayan querido resolver. En muchos casos, los mismos integrantes son los que se encapuchan y actúan de mala manera sobre sus mismos familiares con el único fin de apoderarse de la tierra.

En las zonas apartadas de la selva, siempre ha habido conflicto entre la Ronda Campesina y los grupos paramilitares, los muertos de cada grupo se los achacan al otro y siempre hay disputas por tal motivo. Las Rondas Campesinas han argumentado incansablemente, que solo hacen capturas para entregarlos a las autoridades policiales, mientras que los paramilitares encapuchados siempre tratan de defender lo suyo y son más violentos, ejecutando delincuentes y personas.

Don Silverio, procedió a mostrarme su carnet y a vestirse con el chaleco que lo identificaba como rondero. Se colgó en su cuello el chambirin, una especie de rejo trenzado en cuero que en uno de sus extremos tenía tres puntas con nudo, que son las que infligen el castigo.

—“El hombre y la mujer, deben ser ratón de un solo hueco” —afirmó don Silverio agitando el chambirin en el aire. —La jueteada es infalible para los infieles y siempre son castigados —concluyó.

En un extenso territorio sin ley, siempre se asocia para defenderse. Don Silverio me contó la historia del caserío Zonda, en la margen izquierda del río Huancabamba.

“No pasó un mes y salen a hacer una captura a los quince días de haber formado la Ronda Campesina. Hacen una muerte y ahí es cuando se arma las autodefensas en la zona. El presidente de la Ronda tuvo que correr, porque él también estuvo involucrado en la muerte del muchacho. Las versiones de la captura y la muerte de las personas fueron diversas y no hay una definitiva. Cuando se hace la declaración en la provincia de Haina, aparecen personas acusando al muerto y diciendo que este se había escapado y los familiares del finado defendiéndolo y reclamando donde estaba. Luego los autores del crimen, miembros de la Ronda Campesina le dicen a la policía que el muerto está a doscientos metros de la pista del poblado, recuperando el cuerpo de un joven de tan solo veinticuatro años”.

Don Silverio, guardó su atuendo, y mientras lo hacía, le pregunte sobre su relación con la congregación de los Hermanos Israelitas. Me recordó un par de citas bíblicas y me dijo que más adelante los encontraría en su iglesia, que tendrían reunión como todos los sábados en su día sagrado.

 

La casa San José

Regresé a buscar desayuno en los alrededores del muelle. La plaza de mercado estaba abierta y sucumbí ante un lomito salteado muy bien presentado en uno de los puestos al interior. La tendera me dio las indicaciones para subir hasta la Casa San José y preguntar por la religiosa Karina encargada del leprosario.

La Hermana Ana Karina Hernández Álvarez, de la congregación Esclavas Misioneras de Jesús, era la encargada el fin de semana de cuidar a los enfermos. Me permitió entrar y conocer sus amplias instalaciones muy deterioradas y con tan solo cuatro residentes enfermos.

En unas de sus paredes de madera, con desteñidas impresiones y fotos sobre papel bond, se encontraba el resumen de la historia de la casa San José:

1926 -Nace el leprosario, es vendida la hacienda azucarera al estado para establecer el leprosario. San Pablo era una hacienda azucarera que pertenecía al señor Vigil. 

1940 -Llegó Maximo Kussinsky de origen polaco. Se le considero como el libertador de los enfermos; mando a quitar el alambrado que había alrededor del pueblo para que los enfermos no pudieran escapar. Les ánimo, les intereso por su salud y el trabajo y se instalaron carpinterías para ayudarles a generar recursos económicos.

1942 -Llegan enfermos de Lima junto con el padre Agustin Gotardi. Se construyó una capilla donde se impartieron las primeras clases y se crea el club deportivo. 1 de octubre la Madre San Alberto, comienza administrar la casa de los enfermos. Se encuentran con la realidad de 350 personas con la enfermedad, abandonados, no había camas, ni baños. Había un hospital y como 100 chozas.

1948 -El 15 de septiembre llega monseñor Damaso Laberge acompañado de un sacerdote y de las religiosas hospitalarias de San José junto con los caballeros de la orden de Malta quienes crearon una biblioteca, talleres de zapatería, costura etc. 7 de noviembre llega el doctor designado para atender a los enfermos. 24 de diciembre se celebra la misa por monseñor Damaso Laberge.

1949 -Se contaba con varios Doctores para los enfermos. Hay un nuevo tratamiento de Sulfónico que poco a poco se va aplicando a los enfermos con muy buenos resultados. Se crea el preventorio para mantener ahí a los niños de los enfermos, para no ser contagiados por sus padres. Este es atendido por personal del gobierno.

1952 -Llega el Che Guevara a las tierras de San Pablo. San Pablo era solamente para recluir, desechar a las personas. Era un poblado que daba miedo, ya que las personas no tenían libertad. Su diversión era el baile. Se unían entre jóvenes y viejos, no había esperanza, era huir o morir ya que no podían enviar cartas a sus familiares.

1958-1960 Con el tratamiento Sulfónico muchos se curaron de la lepra, quedando con mutilaciones en el cuerpo, algunos volvieron con sus familias; otros se quedaron en este lugar para formar un pueblo, donde comienzan a crecer, en comercios y chacras.

1972 –Llega el padre Ernesto Dube de 42 años quien crea un plan de revitalización.

1974 -Se denomina la enfermedad como mal de Hansen, el cual es una bacteria que provoca la enfermedad.

 

La historia de un paciente

La misionera me llevó a conocer al mas elocuente de sus pacientes, se trataba de don Genaro, quien llegó a San Pablo de Loreto en el año 1960 a sus 24 años, llevaba 62 en el pueblo y de ágil manera realizó sus cuentas para reafirmarme que tenía casi 86 años. Estuvo enlistado en el ejército peruano y allí, después de un examen médico, le declararon la enfermedad. Lo aislaron en una balsa frente a Iquitos durante un año, se aburrió de estar balanceándose en el río sin poder salir, hasta que le fue ofrecida la oportunidad de trasladado a San Pablo de Loreto.

Los padres de don Genaro, vivían en la provincia de San Martín. Le prometieron que sus familiares podrían desplazarse a San Pablo de Loreto, cada 90 días a visitarlo y no dudo en hacerlo. Formó su hogar, se casó y tuvo sus hijos. Construyó su casa unos pasos abajo de donde estaba el refugio San José. Don Genaro regresó a su pueblo natal entre 1968 y 1972. Decidió retornar a San Pablo de Loreto después de qué toda su familia muriera, esposa e hijos. Fue acogido por las hermanas en el leprosario donde hoy reside.

Su médico tratante le contaba la fascinante historia de la despedida del Che Guevara, cuando los médicos compañeros le regalaron una balsa y él se embarcó con su amigo para descender el río Amazonas hasta Leticia. Según lo que recuerda don Genaro, los galenos decían que el Che fue pionero en una cirugía sencilla en la que cortaba los nervios para eliminar el dolor, pero que les ayudaba a continuar con sus actividades diarias. La amputación de extremidades, falanges y dedos era una constante.

San Pablo de Loreto llegó a albergar 1.000 pacientes, pero cuando don Genaro llegó, solo había 450 enfermos. Nunca sintió discriminación, todos eran iguales, pero si estaban distantes de la Colonia, que era el sitio donde vivían los médicos residentes y tratantes a un kilómetro y medio sobre la misma margen del río.

Antes de su llegada, las cosas eran muy difíciles. Había un generador de electricidad que funcionaba de seis de la tarde a nueve de la noche, después quedaban completamente oscuras. El pueblo era muy básico, conformado por una serie de chozas hechas con palma y paja en las cuales habitaban todos los enfermos. No había comercio, no había nada.

El mercado al poblado llegaba tres veces a la semana, con carne, plátano y los suministros para los enfermos y médicos residentes. Muchos de los enfermos venían solos al poblado, sin familia, sin hijos, sólo iban allí, a morir botados en las afueras de las chozas al lado del río. Los enfermos eran marcados para que la gente los pudiera reconocer fácilmente y no tuvieran contacto con ellos. En el año 1948 llegaron a la zona desde Canadá, las Hermanas Hospitalarias de San José, e iniciaron atención con instrumentos y equipos que trajeron por el río en grandes contenedores.

Según don Genaro, el señor Vigil le vendió los terrenos al gobierno, al no poder superar su decepción amorosa. El señor Augusto Bernardino Lejía era presidente del Perú, defendía la industria azucarera y era dueño de una hacienda en la zona. Tenía una hija muy hermosa con la que cometió incesto. Tiempo después, llegó el señor Vigil y se enamoró de su hija. Él por estar en un alto grado de gobierno organizó la boda y la entrego como esposa al señor Vigil. Este cuando fue a consumar su matrimonio, se dio cuenta de que su esposa no era virgen, entonces fue hacerle el reclamo a su suegro al señor Augusto y éste admitió el conocimiento del estado de no virginidad de su hija. A manera de compensación le entregó el fundo azucarero, de tal manera que el señor Vigil se hizo dueño y propietario de toda esa vasta zona de San Pablo de Loreto.

 

La colonia

Me despedí de los residentes y colaboradores de la casa San José y contacté a un par de cuadras cerca al monumento del Che sobre la plaza principal a Wilson, un hermano de la comunidad israelí mototaxista. Me llevó hasta la Colonia, el sitio donde vivían los médicos y enfermeras que atendían a los enfermos de Hansen en el leprosario. Todos los días debían recorrer los 1.4 km hasta su sitio de trabajo y luego regresar a su dormitorio.

En la colonia sólo quedan los rastros de dos construcciones de la época, una que era la casa de habitación y la otra, el antiguo hospital que funcionaba como filtro para la entrada de visitantes. Todas las personas que llegaban debían ser revisadas. Sí eran dictaminadas con la enfermedad de Hansen, inmediatamente eran bajadas a San Pablo.

Wilson me invito a seguir para conocer el interior de una de las antiguas construcciones, era habitada por un conocido suyo que tenía más de ochenta años y era quien la mantenía en pie haciendo básicas reparaciones.  Según sus vecinos, el dinámico hombre estaba trabajando recolectando cacao en su chagra.

La desolación está agobiando a San Pablo. Se podría decir que aun reina en el ambiente cierto temor por visitarlo y el abandono gubernamental es latente. Lo que podrían ser edificaciones históricas merecedoras de una restauración están a punto de caer, mantenidas únicamente a flote por sus huéspedes temporales. Cuando muera el último de los cuatro enfermos de Hansen en la casa San José, la misión terminara y los edificios caerán.