El sorprendente Guaviare. Parte 1 Selva

Erik y su familia tenían programado desde el año 2020 un viaje por el río Vaupés hasta Mitú entrando por San José. Por cuenta de la pandemia estuvo aplazado hasta este año y tuve la fortuna de contar con su invitación. Me sugirieron que llegara unos días antes para conocer algunos de los atractivos turísticos de la capital del Guaviare y esperarlos hasta el fin de semana para realizar los primeros acercamientos a la puerta de entrada de la selva Amazónica.

Gran expectativa. Colombia 2021

Ante las anunciadas protestas en las grandes capitales programadas para el 20 de julio tuve que adelantar mi viaje a Bogotá un par de días. La situación en Colombia por parte de continuas manifestaciones semanales desde el 28 de abril indicaba que la celebración del día de la independencia seria convulsionada. La salida fue programada desde Bogotá para el lunes 19. El bus de 8 pm de Flota la Macarena salió de la terminal Salitre y tuvo el consabido trancón para tomar la salida a Villavicencio. Tras intermitentes pare y arranque durante dos horas, pudimos llegar a la estación de la vía al llano conocida como la Yomasa.

Fuimos advertidos inmediatamente del cierre de la vía. Pensamos era por las manifestaciones, pero para nuestra momentánea tranquilidad resulto ser por obras en el sector de los túneles. El conductor decidió tomar la antigua vía a Villavicencio la cual conocía, el objetivo era adelantarse un poco y esperar la apertura de la vía lo más adelante posible. Tomó la cabeza de la fila liderando el paso, seguido por tres buses de su empresa y siete de otras transportadoras. El estado de la carretera era deplorable y tenía tramos completamente abandonados donde podíamos sentir el roce del chasis del bus al salir de los huecos.

Al conductor del bus le tomó cerca de una hora el salir del carreteable y tuvo que pagar un injusto peaje al final para poder tomar la vía principal. El recorrido se prolongó una hora más hasta llegar a la cola del cierre de vía en la zona de los túneles. Después de esperar tres horas y media, la apertura de la vía fue anunciada por el altoparlante de un automóvil de la concesión vial que invitaba a despertar a los conductores y proseguir con precaución su camino.

Hacia las siete de la mañana comencé a recibir los primeros mensajes de Yuly López -la dueña del hotel San Rafael- preocupada por mi tardanza y enviándome la dirección de su hotel. Le expliqué los inconvenientes del camino y confirmándole que aún estaba en el bus pasando por un sector de cultivos de Palma Africana. Según Yuly estaba en inmediaciones de Concordia un puerto sobre el río Guaviare a una hora de San José.

Territorio desconocido

El bus arribó a las ocho de la mañana después de un fuerte aguacero. Tomé un taxi hasta el hotel y una hora más tarde estaba caminando en busca de la oficina de la secretaria de turismo del Guaviare, donde aún no había ningún funcionario. En el recinto donde estaban los niños de la escuela Zaranda haciendo prácticas de joropo, era el lugar donde se reunía la mesa municipal de participación de víctimas de conflicto del Guaviare.

El nacimiento de este departamento está ligado a los sucesivos procesos de colonización por parte de colombianos del interior del país y a la posterior guerra por el control del narcotráfico entre guerrilla y paramilitares con más de 27.000 hectáreas de cultivos ilícitos hace dos décadas y con centenares de muertos entre enfrentamientos y masacres que hoy buscan el reconocimiento histórico por parte de los actores desmovilizados del conflicto en búsqueda de la verdad, la reconciliación y la reparación.

La portera del lugar se comprometió a buscar un funcionario para las diez de la mañana, así que partí hacia el muelle de carga sobre el río Guaviare, donde encontré un sorprendente movimiento de mercancías. Cilindros de gas, motocicletas, ladrillos de cemento, canastas de cerveza, papa, cebolla, insumos de ferretería, láminas de PVC para cielo raso y neveras de icopor.

Ferney Fajardo, el Capitán de LA GOMELA, un planchón de carga, me explicó la necesidad de esperar pacientemente a completar la suficiente carga para lograr la rentabilidad del viaje por los costos del combustible. La travesía en invierno es de ocho días bajando hasta Puerto Inírida, pero el regreso lo hace vacío, no hay ningún tipo de carga para subir. En época de verano se corre el riesgo de encallar en los bancos de arena y tener que bajar parte de la carga hasta lograr la flotabilidad requerida para desatorarse y volver a cargar el planchón.

Regresé a la oficina de la secretaría y me entreviste con Giovanny Muñoz, un oficial de la policía de turismo quien amablemente me entregó la guía turística del Guaviare, explicándome el enorme esfuerzo departamental por cambiar la imagen del pasado. El joven departamento del Guaviare creado en 1991 tiene solo cuatro municipios. Miraflores, El Retorno, San José y Calamar que está sobre el río Vaupés y es el puerto desde donde se manda toda la carga vía fluvial hasta Mitú.  La estigmatización del Guaviare en el interior del país por parte de su historia reciente hace que aun se tenga temor en visitarlo, pero Giovanny fue explícito en aclararme lo seguro que es recorrerlo hoy en día con rutas establecidas hacia sus atractivos y mas de cien guías en procesos de capacitación del SENA como técnicos en guianza.

Vivir entre el agua

San José como muchos pueblos ribereños sufre con las temporadas climáticas del país, algunos años con sequía extrema y otros con fuertes inundaciones. Infortunadamente los menos favorecidos son llevados a construir casas de madera en zonas consideradas de alto riesgo por la fluctuante anegación de sus terrenos. Las casas palafíticas que en verano cuentan con hasta quince escalones para subir, muestran en sus paredes de tabla el nivel alcanzado marcado con una mancha de humedad.

Cerca al malecón turístico se encuentra el barrio el Mosquito. Caminé por parte de sus tablados hasta la casa de María Angélica, quien se encontraba con su vecina Luz Mery. Tenían más de 15 años de vivir y sufrir las anuales inundaciones del río Guaviare. Me enseñaron en sus casas las marcas hasta donde subió el nivel de agua dos semanas atrás y los daños de sus enceres y en especial el de la nevera con los bordes inferiores completamente corroídos, instalada provisionalmente sobre cajas plásticas de cerveza. Me mostraron frente a sus casas los arcos de la cancha de futbol a los cuales solo se les veía el poste superior y como ellas se definieron vivían en la Nueva Venecia del Guaviare.

A la salida del barrio encontré a Rafael Enrique Zúñiga Figueroa, un barranquillero rebuscador de profesión quien estaba cosiendo a mano un par de tenis rojo y blanco. Vivía en una humilde casa con su suegra y Rosa su esposa quien aprendió en el SENA el oficio y le enseñó. Me quede a apreciar su laboriosa tarea y me comentó que el agua dañaba el pegante del calzado, por eso le reforzaba con costuras los zapatos de sus vecinos. Mientras hablamos reparo cuatro pares y me contó las vicisitudes pasadas por cuenta del COVID. Con la pandemia fueron desalojados de la casa por no poder pagar los 200.000 pesos del arriendo y reubicados en el polideportivo durante tres meses. Al retornar a otra casa en el inundado barrio, le dieron la mala noticia de ser recategorizado al grupo del Sisbén C18 -Vulnerable- por tener un oficio como cosedor de zapatos y supuestamente tener más recursos, perdiendo así todas las ayudas y beneficios entregados por el gobierno. Mientras que Rosa y su suegra mantienen la categoría A5 -pobreza Extrema-.

De la casa de Rafael me dirigí al malecón donde pasé la tarde contemplando las aves pescando y hablando con pobladores y visitantes quienes esperan el atardecer a orillas del río Guaviare cuando el impredecible clima lo permite. De regreso al hotel Yuly me facilitó el contacto de uno de los guías. Llamé a Enrique Rosales y coordinamos la salida para el día siguiente a las nueve de la mañana. El plan era viajar hasta la puerta de Orión y la finca Trankilandia.

El día de explorar

Hasta las ocho de la mañana pude salir del hotel, por la lluvia. Había llovido toda la noche. El río había subido su nivel y las alcantarillas mostraban el manifiesto de la presión de agua a borbotones rebozándose en las calles cercanas a la orilla. Me dirigí a la plazoleta de comidas en inmediaciones del muelle de carga. Utilicé la entrada Nº 2 identificada con la impronunciable sigla ASOVFSJG. Cecilia la de los ricos caldos y dueña del local número uno me explicó que era la Asociación de Vendedores Formales de San José del Guaviare, pues en un proceso de ordenamiento del sector habían decidido formalizar sus negocios.

A media cuadra del hotel, frente al supermercado del paisa, conocí a Bella, una encantadora mujer en atención y amabilidad que hacía alusión a su nombre en su informal puesto de arepas. Desde las dos de la mañana se levantaba todos los días a trillar el maíz blanco para obtener la harina que luego mojaba y amasaba para hacer las arepas. Sus clientes, vecinos del barrio Primero de Octubre llegaban por porciones para acompañar el desayuno de pequeñas arepas recién asadas al carbón que eran empacadas en papel según el pedido en múltiplos de 1.000 pesos. Para los que teníamos algo mas de tiempo preparaba unas de mayor tamaño con queso salado y mantequilla acompañadas de buena charla y bendiciones para el día.

Terminada mi arepa, llegó Enrique en un taxi, me presentó a Julián Orrego Castañeda, un joven entusiasta de los viajes, oriundo de Medellín quien iría con nosotros. El destino estaba a nueve kilómetros por la salida a Villavicencio tomando el desvío hacia Puerto Arturo, tiempo suficiente para que Enrique me explicara que estaba profesionalizándose con el SENA como Técnico en guianza pues llevaba más de diez años en el oficio.

Llegamos a la casa de la finca con una incipiente lluvia. Pagamos el derecho a la entrada y partimos a caminar desde el punto georreferenciado con el número 103, según Enrique, esos pequeños mojones delimitaban el área protegida del parque y habían mas de tres mil dispersados por toda la zona instalados por la CDA, la Corporación para el desarrollo sostenible del norte y el oriente amazónico.

A nuestro alrededor se veían montículos rocosos sobresalientes que hacían parte de la formación de la serranía de la Lindosa. –El Guaviare y su río hacen parte de la transición entre la sabana de los llanos y la selva- La caminata continuó por el bosque húmedo tropical entre constantes afloraciones rocosas de conformación arenisca de poca compactación y un incremento de la lluvia que nos hacía percibir fácilmente lo delicado de su estructura. La competencia entre roca y árboles hacía mágico el paisaje. Cruzamos un par de túneles y cavernas rocosas hasta llegar al atractivo principal la puerta de Orión, una imponente formación rocosa de doce metros de altura por quince metros de base con un par de agujeros en el centro. Desde allí pudimos tener una imagen del techo de lo que alguna vez fue selva y hoy se encuentra en proceso de recuperación forestal.

Continuamos el camino con un fuerte incremento de lluvia por entre los caños formados por el exceso de agua. Encontramos las primeras flores del Guaviare y a una resistente Velosia, una planta que crece sobre las rocas y según Enrique crecía dejando una especie de tallo muerto llevando siempre sus raíces a la parte superior para ganar altura y tomar mejor el sol, convirtiéndola en una especie muy resistente a las frecuentes quemas del verano en la zona.

La ruta nos llevó hasta Caño Sabana, que nace dentro del predio Trankilandía con una extensión de 180 hectáreas. Enrique nos presentó a Andrés David Grisales uno de los dueños del proyecto ecoturístico que junto a su hermana decidieron seguir el legado de su padre quien compró la finca en 1992 con el fin de colocar un hato ganadero. Su Padre comenzó a llevar compañeros de trabajo al sitio para ver las algas rojas conocidas como macarenia clavigera y poco a poco fue corriéndose la voz de lo bello del caño -el segundo después de Caño Cristales en la Macarena- hasta que en el 2008 decidió vender el ganado y convertirlo en proyecto turístico, infortunadamente siendo asesinado posteriormente por desconocidos.

Las condiciones de luz, no fueron las apropiadas para las tomas fotográficas, pero pudimos disfrutar del hermoso paisaje, el almuerzo en su restaurante y el baño en la zona permitida donde se le recalca a los visitantes el no explorar caño arriba para cuidar el desprendimiento de las hermosas algas rojas. El regreso a San José fue pausado y pasado por agua, nos despedimos de Julián y coordinamos la nueva jornada para el siguiente día a las ocho y media de la mañana.

Las Pinturas Rupestres

Mientras llegaba enrique, visité nuevamente el comedor de doña Cecilia, el puesto de arepas de Bella y me dirigí hacia el malecón donde encontré a Memo, el capitán y dueño de la embarcación el Pirata, quien llevaba dos días consiguiendo carga para Puerto Alvira, más conocido en la zona como caño Jabón un puerto río abajo donde los paramilitares masacraron a 27 personas el 4 de mayo de 1998. Su embarcación puede cargar 12 toneladas y está dispuesta con una sencilla cama, cocina y un bote auxiliar amarrado al lado izquierdo para poder hacer trasbordos de mercancía si es necesario en una jornada de 13 horas sin contratiempos. 

Memo me confirmaba que para las embarcaciones el mejor tiempo era el de lluvia, pues las cachiveras -como se les llama a los raudales en la región- desaparecían y era muy difícil encallar ahorrándose los transbordos de mercancía. Cosa contraria pensaba el operario del taller del astillero que debía trabajar con botas pantaneras pues el piso del taller tenía doce centímetros de agua, dificultándole los procesos de soldadura por estar en contacto con el agua.

Enrique me recogió en su moto y tomamos el camino de 47 kilómetros rumbo a Cerro Azul. El pavimento se agotó en pocos minutos y tomamos el desvió por carretera destapada lodosa y llena de charcos hasta el caserío donde encargamos el almuerzo a Fabiola y continuamos hasta la entrada de la finca, donde se contrató el servicio de guía y derecho de entrada al predio.

Urbano, era un campesino de la zona, que pertenecía a la asociación de guías Cerró Azul, quienes en forma ordenada se turnaban el servicio de guianza para que todos pudieran tener un ingreso. Nos dio las indicaciones de seguridad y de obediencia ante las zonas de prohibido pasar y tocar y procedimos a hacer el recorrido.

La Chumana, como Urbano llamaba a la madre naturaleza fue el principal aliado en la protección de las pinturas rupestres que han sido estudiadas por expertos desde hace más de sesenta años. Para nuestra fortuna el Profesor Gaspar Morcote Ríos, un arqueólogo paleobotánico adscrito a la Universidad Nacional de Colombia estaba en el camino junto a una calicata estudiando la estratificación del suelo para buscar rastros de las culturas que habitaron la zona. Nos explicó el proceso de obtención de muestras, cernido y clasificación. Sus hallazgos datan muestras de 12.600 años de antigüedad y muy amablemente nos hizo una demostración sobre la piel con un fragmento del mineral usado para realizar las pinturas.

El profesor Morcote nos enseñó dibujos no tan visibles, que estaban siendo parte de su ultimo estudio sobre la zona de la calicata. Nos despedimos y continuamos el sendero hasta llegar al majestuoso Panel de las Dantas, un refugio rocoso adornado con cientos de pinturas rupestres. Estas representan infinidad de formas geométricas, animales, plantas, figuras humanas y huellas de manos. Dos grandes dantas dibujadas como mirándose entre sí, son los dibujos más prominentes.

Metros mas adelante se encuentra el mirador, desde donde se obtiene una visión compleja del proceso de colonización de la selva mostrando parches de pasturas para ganadería en contraste con los de selva protegida por la delimitación de la reserva. Urbano nos condujo por un túnel para atravesar parte de la montaña y llegar al Panel Principal donde encontramos muchas más representaciones geométricas dibujadas en comparación con el anterior panel. Según Urbano estos pictogramas contienen secuencias culturales pues en zonas aparentan que hubieran sido borradas y pintadas sobre las anteriores.

Esta gigantesca biblioteca de pictogramas está en riesgo de desaparecer por el deterioro normal, la despigmentación, factores climáticos y uno que otro turista que traspasa los limites y dibuja con carbón sobre las rocas su declaración de amor o el paso por el lugar.  Se necesitan muchos más científicos como el profesor Morcote que con su pasión desbordada por su oficio estudie todo este patrimonio cultural.

La historia de la sustitución de Cultivos

Llegamos justo antes del aguacero al parador La Economía de Fabiola en Cerro Azul para el almuerzo. Fabiola como muchos de los habitantes del Guaviare llegaron del interior del país en la época de la bonanza cocalera, cuando por cada hectárea de coca podían producir un kilo cada 45 días. Para ese entonces la moneda oficial de la región fue el gramo de coca que en 1998 costaba 2.600 pesos.

El incremento del precio de los insumos como el cemento, el amoníaco y la gasolina, hizo que poco a poco fuera menos rentable el negocio. La superproducción de la zona hizo disminuir el precio hasta llegar a los 200 pesos por gramo. La violencia desatada y la presión policial hizo que las cosas se pusieron duras volcando a los campesinos a pensar en nuevas opciones de vida. Comenzaron los programas gubernamentales de sustitución de cultivos y ayudas con proyectos productivos y ofrecimientos económicos que aun no han sido cumplidos totalmente.

Fabiola y su pareja pudieron acceder a una ayuda económica de doce millones de pesos para cada uno, dinero que invirtieron en la compra del lote de 8 x 22 metros en donde están desarrollando su parador. Ya llevan dos años en el proyecto y esperan poder ampliar su capacidad de alojamiento para tener un ingreso adicional al de su tienda y restaurante con los turistas que se hospeden en Cerro Azul.

En el restaurante hablamos con Edwin López Gutiérrez, un técnico en cultivos agrícolas instructor del SENA que se desplazaba en su embarrada moto hasta la vereda la carpa A 29 km de Cerro Azul. Estaba haciendo con la comunidad el plan piloto de siembra de maní como plan de sustitución de cultivos ilícitos. Enrique decidió llevarme hasta el raudal del Guayabero a seis kilómetros de Cerro Azul. Fue un puerto importante en la época de la bonanza como centro de movilización de insumos y hoy también volcado a la prestación de servicios turísticos, pero que estaba pasado por agua y el raudal era completamente imperceptible, no se podía apreciar el fondo rocoso. Emprendimos el lento regreso por la fangosa carretera coordinando para el día siguiente a la misma hora la visita a Ciudad de Piedra.

Las formaciones rocosas

La noche había sido lluviosa de nuevo. Pude salir mas temprano a hablar con los comerciantes de pescado quienes me contaron que en el momento en San José todo el pescado era traído por avión desde el Araracuara. El dorado, el bagre el yamú y la cachama en promedio costaba 5.000 pesos el kilo, no era costoso pues incluía el precio del transporte aéreo.

Visité nuevamente a Cecilia en busca de mi desayuno y a Bella por mi arepa charlada y las bendiciones del día. Enrique llegó muy puntual en su moto y tomamos un camino diferente por la vereda el Capricho en busca de Ciudad de Piedra a quince kilómetros del casco urbano. A las nueve de la mañana ya estábamos caminando hacia el interior del complejo rocoso que estaba dispuesto de una manera natural como si se tratara de calles y carreras de cualquiera de nuestros poblados.

Nos regresamos hasta los Túneles. Enrique había sido encardo del lugar por un par de años así que se encontraba en su territorio. Encontramos a Mireya su amiga quien es la administradora del lugar, poniendo una cerca para restringir la entrada de vehículos al predio y así proteger los nacimientos de agua. El ingreso se hace previo registro y colocación de la manilla de identificación.

Los túneles es otro de los sitios con formaciones rocosas dispuestas de forma particular como haciendo equilibrio y otras tan grandes que forman extensos laberintos como de escenografía para película. Enrique me contó que estuvo veinte días con los productores de Discovery Chanel en la filmación de uno de los capítulos de su serie supervivencia al desnudo, pero que le había parecido un completo drama de novela, pues todo era tratado con sensacionalismo para que se viera agreste y difícil cuando en realidad no lo era. La tipología de la roca arenisca en su mayoría, hace que solo se encuentren pequeños paneles de pictogramas en piedras que pareciera hubieran sido traídas de otro lugar o de antiguos meteoritos que cayeron sobre las otras, especulaciones que solo los geólogos podrán definir.

Después de dos horas del fotográfico recorrido, nos dirigimos hasta los pozos naturales donde Yesenia Vaca, la encargada de la recepción de visitantes en el balneario La Recebera. estaba esperándonos con nuestro almuerzo. Enrique me condujo a hacer el espectacular sendero acuático entre cascadas y diferentes arroyos con aguas teñidas por los taninos, pasando por charco largo hasta llegar a los grandes pozos naturales de piedra que en algunos casos pasaban los tres metros de profundidad.

Enrique había cumplido a cabalidad sus promesas paisajísticas y de guianza, incluso con la lluvia intermitente. Tuvimos una amena charla de retorno a San José durante los ocho kilómetros de recorrido. Nos despedimos con la nostalgia de no tener más tiempo parta hacer otros recorridos pues yo quedaba a la espera de la llegada en la mañana siguiente de Erik y su familia para empezar la segunda parte de la travesía por Guaviare.

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